Fecha: 23 de abril de 2023

El ánimo y el desánimo son sentimientos que condicionan muchas veces nuestras decisiones, nuestras reacciones, nuestra actitud frente a la vida. Sentimientos ligados al cansancio y a la tristeza, y todos podemos experimentarlos.

Porque, ¿quién no se ha sentido desanimado alguna vez en la vida? ¡Alguna vez o muchas! Desánimos por acontecimientos que no habíamos previsto, hechos que esperábamos que pasarían y nunca llegaron a suceder, cosas que habíamos imaginado y a las que nos habíamos aferrado pero que no se han hecho realidad. Para unos puede ser haber perdido un partido de su equipo, o puede ser el fracaso en el intento de obtener un trabajo o de entrar en la universidad en aquella carrera que le hacía ilusión, o que la tuvo que dejar a medias por cualquier circunstancia. No es extraño que, cuando nos parece que todo iba muy bien, a partir sin embargo de un cierto momento, a partir tal vez de un error cometido, nos hemos hundido y todo ha terminado mal.

Otras veces puede ser la decepción que nos han producido personas cercanas, en las que habíamos depositado nuestra confianza. El desánimo es un sentimiento sutil pero muy potente y doloroso, y que puede condicionar nuestro camino.

Pero aún, el mayor desánimo quizá, es el que podemos experimentar ante el fracaso del proyecto que habíamos imaginado para nuestra vida, el fracaso de la vida para nosotros o para aquellas personas que amamos.

Éste fue seguramente el sentimiento que aquellos discípulos tenían el domingo aquel, al volver a su casa, en Emaús, después de haber vivido la terrible experiencia de lo que había pasado con Jesús, su Maestro. Aquel en el que habían depositado tantas expectativas, tantas, para él y para el pequeño grupo de sus seguidores.

El evangelio nos deja ver los sentimientos de esos dos discípulos cuando dice que Jesús mismo se hizo presente en su camino, y   “ellos se detuvieron tristes”… La tristeza es el signo del desánimo. Y en aquellos momentos Jesús mismo, que ellos todavía no habían reconocido, les dijo: «¡Sí que os cuesta entender! Qué corazones tan indecisos a creer todo lo que habían anunciado los profetas. ¿No debía sufrir todo esto el Mesías antes de entrar en su gloria?». Entonces, empezando por los libros de Moisés y siguiendo los de todos los profetas, les exponía todos los lugares de las Escrituras que se referían a él” (Lc 24, 13-35).

Los cristianos somos humanos y pecadores como todos los seres humanos y podemos ciertamente sentir en desánimo ante las contrariedades, pero no tenemos derecho a dejarnos arrastrar por ese sentimiento que paraliza porque creemos que Jesús ha resucitado, y que Él está con nosotros y nos acompaña en todo momento, tenemos su Palabra que es Palabra de Vida.

Acudamos, pues, a la Palabra, busquemos la luz en su Palabra, busquemos el ánimo que nos falta, dejemos que nos instruya. En este tiempo de Pascua tenemos dos grandes faros para nuestro camino: la Eucaristía y la Palabra. Los discípulos de Emaús reconocieron al Señor al partir el pan. Busquemos en esta Pascua la presencia del amigo, el Señor Resucitado en el Sagrario y en la Eucaristía, alimentémonos de su Palabra que es Vida.

Los discípulos de Emaús, los santos de todos los tiempos, y especialmente los mártires como Sant Jorge hoy, son nuestro ejemplo y modelo para afrontar las dificultades de la vida y nunca desanimarnos. Ellos han tenido a Jesucristo siempre con ellos y no han cedido al miedo o al desánimo.

Os invito a todos a beber todos los días de estas fuentes, la Eucaristía y la Palabra de Dios, a tenerlas siempre presentes en nuestras vidas.