Fecha: 12 de julio de 2020

La pandemia del Covid-19 nos empuja aún más a hacer de la crisis socioeconómica, ecológica y ética que estamos viviendo un momento propicio para la conversión y para la toma de decisiones. Esto se pone en evidencia en el reciente Documente de la Santa Sede sobre Ecología Integral (18.6.2020), En camino hacia el cuidado de la casa común. Cinco años después de la Laudato si’, que es una catequesis para la conversión a la ecología integral. Los objetivos según Mons. R. Gallagher se pueden sintetizar en relanzar la riqueza del contenido de gran actualidad de Laudato si’, ofrecer orientación para la lectura de la encíclica, fomentar la colaboración entre Curia e instituciones católicas que participan en la difusión y aplicación de Laudato sí, y ofrecer respuestas a los que desean colaborar. Siempre contando con lo que afirma el Papa Francisco: “la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y ponerla al servicio de otro tipo de progreso, más sano, más humano, más social, más integral».

Se trata de buscar una nueva armonía con la tierra, con los demás y con uno mismo. Usar el juicio y el discernimiento para renovar nuestros sistemas hacia una mayor justicia. Una respuesta que no sólo pertenece a los gobiernos, sino también a la sociedad y, en particular, a las parroquias y comunidades de base, que deben sentirse urgidas a tomar decisiones informadas y responsables. Laudato Si’ muestra esta dirección, con su enfoque del desarrollo basado en la ecología integral, donde todo está interconectado.

El Secretario del Dicasterio para el Servicio integral del Desarrollo Humano, Mons. Bruno M. Duffé afirma que la encíclica Laudato si’ podrá producir frutos de conversión únicamente si los testigos continúan el camino abierto por ella. Por eso habrá que ir explicando de manera práctica la implementación de los objetivos de la encíclica, y será necesario reconsiderar y replantear los lugares de nuestra actividad humana, la relación con los elementos (el agua, la tierra y los océanos), la biodiversidad, el trabajo, la economía, las finanzas, la vida de las comunidades locales y el planeta, es decir lo local y lo global. Y propuso unas claves de trabajo:

  • Observar y dejarse conmover por una tierra que sufre en silencio y cuyo sufrimiento está directamente relacionado con la actividad humana, así como con el cambio climático que provoca esta actividad.
  • Entrar en contacto con una comunidad humana herida por las crecientes desigualdades y una conflictividad cada vez más fuerte.
  • Contemplar la belleza y la promesa de lo que se nos ha encomendado en la Creación del Padre y en el amor de Cristo.
  • Actuar y decidir en favor de otro desarrollo que ya no se defina como un «cada vez más» y una «huida hacia adelante» que agota todas las formas de vida.
  • Educar mediante el diálogo y las prácticas cotidianas de la sobriedad.
  • Por último, celebrar, es decir, recordar la promesa inscrita en cada uno de nosotros, con nuestros talentos y nuestras experiencias. Y ofrecer lo que hemos compartido, nuestras penas y la alegría simple, pero a la vez fuerte, de la solidaridad.