Fecha: 21 de mayo de 2023

Llegados a este punto de nuestro camino pascual, según la disposición de la Providencia divina, hemos de contemplar nuestra Iglesia que vive entre la tierra y el cielo.

Son las dos zonas bien diferenciadas de este icono de la Ascensión del Señor.

Los entendidos dicen que esta imagen tiene un origen muy antiguo (ss. IV-V). Desde siempre la verdadera Iglesia se ha visto reflejada en esta escena evangélica: Cristo envuelto en el círculo de gloria y la Iglesia que lo contempla, con María en el centro, mirándonos, con una mano señalando a Cristo (como el ángel de su derecha) y la otra orando y advirtiéndonos del tiempo de la espera en la tierra (como el ángel de su izquierda). Es la Iglesia que ha sido testigo de la verdadera humanidad de Cristo. Sobre todo su Madre.

A lo largo de los siglos, y hoy mismo entre nosotros, ha habido grupos y tendencias. A unos les molesta la tierra y tratan de vivir solo en el cielo de la contemplación (como si la tierra solo fuera lugar de pecado); a otros, les molesta el cielo (del que no hay que hablar), para fijarse únicamente en la tierra (que hay que transformar). Pero el icono, fiel al Nuevo Testamento, distingue, pero no separa. Es más, los relaciona vinculándolos, pues desde el verdadero Jesucristo serán realidades inseparables.

María y los ángeles están en la tierra, aunque el grupo de discípulos de la derecha parece estar en movimiento hacia el cielo, mientras que el grupo de la izquierda está más asentados en la tierra. Todos forman parte de la misma Iglesia, pues todos miran a Cristo. Los ángeles llevan a Cristo, con su humanidad, al cielo, donde ha de estar la misma Iglesia, con su humanidad. Mientras tanto esperamos la venida del Espíritu, por el que realmente el cielo se hará presente en la tierra… hasta que Él vuelva, para poner punto final a la historia.

Los entendidos descubren círculos y triángulos significativos. El círculo de Cristo está al interior del círculo que forman María con los discípulos, pues la comunión interna de la Iglesia es la participación en la comunión de la Trinidad; y la vertical Cristo – María describe una cruz con la horizontal de la línea que distingue el cielo y la tierra. El triángulo que forman Cristo con María y los discípulos recuerda la Trinidad, en la cual ya existe la Iglesia.

En el horizonte aparecen unas montañas. También la naturaleza es elevada al cielo, como una victoria cósmica de todo lo creado. Cristo llega a ser Cabeza y Señor de la historia y de todo cuanto existe. Él debía entrar en la gloria. Pero incluso en este momento, que vivió culminando su obra, no dejó sola su Iglesia, sino que aseguró: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Todos los días, es decir, un día y otro, cada momento, viváis lo que viváis, incluso cuando pequéis y os equivoquéis.

Una promesa que veremos cumplida en Pentecostés, ya anunciado en la misma Ascensión, para que nadie piense que el cielo está tan lejos.