Fecha: 14 de abril de 2024

Como cada año, cuando llega este tiempo, los ciudadanos con una determinada renta están obligados por las leyes a presentar ante la Hacienda Pública la situación económica, generada durante la anualidad anterior, con el fin de contribuir a mantener los servicios que el Estado se ha comprometido a sufragar y que lo realiza de forma efectiva con una declaración en la que detalla la aportación económica de cada uno de los contribuyentes siguiendo los criterios de proporcionalidad según los ingresos obtenidos por el ejercicio de la profesión o por las rentas de su patrimonio. Es una evidencia afirmar que muchos ciudadanos no cumplimentan la mencionada declaración por no llegar sus ingresos al mínimo exigido por la ley.

En el impreso que cada contribuyente está obligado a formalizar hay unas casillas en las que se señala con una “X” la institución a la que cada uno prefiere dedicar un pequeño porcentaje de sus impuestos (0’7 %) para financiar sus actividades. Entre las casillas hay una que se refiere a la Iglesia Católica. Hay otra que dice “fines sociales”. No son exclusivas, se pueden marcar ambas. Mi ruego en estos momentos es que opten cuantos más, mejor, por la casilla de la Iglesia. Es un compromiso que adquiero con todos vosotros por ser responsable, como obispo, de esta comunidad diocesana, ya que es un mecanismo fundamental de financiación de nuestras obras y actividades. Tiene sus ventajas e inconvenientes, pero, hoy por hoy, resulta imprescindible. De media cada contribuyente aporta unos 35 euros que multiplicados por más de ocho millones alcanza un abultado resultado que se destina fundamentalmente a la conservación del patrimonio, a las actividades enfocadas a la evangelización llevada a cabo en las diferentes parroquias o en centros sociales como casas de espiritualidad, colegios, hospitales, residencias de ancianos, museos, editoriales o librerías religiosas o medios de comunicación social. Esa cantidad también sostiene las actividades del culto y a las personas dedicadas al mismo; son los sacerdotes que agrandan y completan su entrega permanente a un sinfín de procesos de acompañamiento, de escucha y de atención a los más vulnerables de la sociedad.

Desde hace años la Iglesia presenta en una MEMORIA anual las actividades pastorales y sociales que se desarrollan en parroquias, centros y diócesis de toda España. Recordáis que las diez diócesis de Cataluña hacen lo propio; el pasado mes de noviembre se distribuyeron por todas partes un folleto que justificaba toda la gama de acciones que el Pueblo de Dios realizaba en su interior y también al servicio de toda la sociedad. La misión de la Iglesia es sembrar gratuidad y ayudar a generar agradecimiento; no entra en su voluntad exigir porque tampoco Dios lo hace. El clima en el que crecen los dones es la libertad total. Ese es el sentir de todos los católicos: ganamos todos en la solidaridad, en aprender a compartir y, como respuesta personal, correspondemos con nuestra aportación al sostenimiento de toda la comunidad.

La corresponsabilidad que me gustaría desear es impulsar aquella que comprende todos los instantes de la vida humana. No sólo los momentos en el interior de la parroquia sino cuando manifestamos nuestro servicio de caridad en bien de todos, sin discriminación con motivo de la cultura o de la condición social. Todos merecen nuestra atención siguiendo los mandatos del Señor y para ellos se dirige los recursos que disponemos.

Agradezco vuestra disposición. Lo hacéis en muchas otras ocasiones. Es una prueba de la confianza que os merece la Iglesia y sus responsables. Es una actitud mantenida por los católicos y por otras personas que comprenden y admiran el servicio prestado. Necesitamos vuestra ayuda.