Fecha: 11 de septiembre de 2022
El pasado 1 de septiembre, con la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, comenzó el Tiempo de la Creación, que finalizará el día 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís. Se trata de una iniciativa inspirada por el Patriarcado ecuménico de Constantinopla, a la que se ha sumado la Iglesia Católica y otras confesiones cristianas. Durante este periodo los cristianos renovamos nuestra fe en el Dios Creador y reafirmamos nuestro compromiso de defender la casa común de todos los hombres orando y concienciándonos de la necesidad de asumir un estilo de vida más respetuoso con la naturaleza y, en consecuencia, más solidario con todos los seres humanos, especialmente con aquellos que, por su situación de pobreza, más sufren los efectos de la sobreexplotación abusiva de los recursos naturales del planeta.
El lema de este año constituye una invitación a escuchar la voz de la creación. Se trata de superar la mirada utilitarista que tienen de la naturaleza, quienes únicamente se preocupan por sus intereses económicos, y así acercarnos a ella con los ojos de la fe que permiten ver la presencia de Dios en su obra. Esta manera de contemplar las criaturas, que nace de la conciencia de que “por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho” (Jn 1, 3), nos impulsa a amar a todas las criaturas, conscientes de que hay una “preciosa comunión” con los demás seres del universo (Encíclica Laudato si’, 220); y a loar a Dios con todas sus criaturas, deseosos de que “todo ser que alienta alabe al Señor” (Sal 150, 6). Cuando Dios terminó la obra de la creación, al contemplar lo que había hecho, vio que “todo” era “muy bueno” (Gn 1, 31). Los cristianos debemos mirar la Creación desde la conciencia de que en ella se reflejan la sabiduría y la bondad de Dios.
Pero el Papa nos recuerda en su mensaje que este canto de alabanza a menudo va acompañado “por un coro de clamores amargos”: los excesos consumistas son la causa de abusos y destrucción; las personas y los pueblos más pobres son los que más sufren el impacto de las sequías, inundaciones, olas de calor y otros fenómenos meteorológicos cada vez más intensos y frecuentes. Debido a los intereses económicos de empresas que actúan sin ningún escrúpulo ético, los territorios que muchos pueblos han cuidado y conservado a lo largo de los siglos están siendo invadidos y devastados. Debemos saber escuchar el grito de dolor de todos aquellos que en nuestro mundo sufren las consecuencias de un uso abusivo de los recursos naturales.
Por ello este Tiempo de la Creación debería ser un tiempo de “conversión ecológica”, que nos lleve a un cambio de estilo de vida. La nueva relación con Dios, que es el fruto de todo camino de conversión, debe llevarnos también a una nueva relación con los demás y con la creación: “Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios (afirmó el Papa en la encíclica Laudato si’) es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana” (nº 217). Este compromiso, además de ser personal, ha de ser también comunitario: los cristianos debemos apoyar aquellas iniciativas de los gobiernos y organismos internacionales que, respetando los criterios éticos y morales de una auténtica defensa de la dignidad humana, promuevan un mayor respeto a la creación y un auténtico desarrollo integral de todos los pueblos.