Fecha: 18 de octubre de 2020

Hace unos días el papa Francisco ha publicado una encíclica sobre la fraternidad y la amistad social. Durante las próximas semanas dedicaremos algunos escritos a presentar este documento del magisterio pontificio.

El proyecto original de Dios al crear al hombre era que toda la humanidad formara una única familia unida por los vínculos de la fraternidad. Sin embargo, el pecado ha trastocado este plan de Dios. Ya al principio de la Sagrada Escritura se nos narra que una de las primeras consecuencias del pecado es la destrucción de esta fraternidad. Dominado por la envidia, Caín mata a su hermano Abel. La ruptura de la amistad con Dios conduce al enfrentamiento entre aquellos que estaban llamados a vivir como hermanos. Pero Dios no deja de invitarnos a que los seres humanos vivamos unidos como una familia. La pregunta que le dirige a Caín inmediatamente después del asesinato de su hermano va dirigida a los hombres y mujeres de todos los tiempos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4, 9).

Del mismo modo que el pecado ha sembrado desconfianza hacia Dios, también ha creado una actitud de sospecha hacia los otros. La tendencia a restringir el horizonte de la fraternidad y reducirla a los que están cerca, a los que son de la misma raza o cultura, a los que profesan unas mismas creencias o piensan igual, etc… que ha caracterizado la historia humana, no es más que una consecuencia de la herida que el pecado ha provocado en el corazón de la humanidad. No es esa la mirada que nace de la fe en el Dios creador que quiere que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4).

En el Evangelio nos encontramos con una invitación de Jesús a recuperar el proyecto original de Dios, la mirada creyente hacia el otro. Ante la pregunta de un maestro de la ley (“¿Quién es mi prójimo?” Lc 10, 29), Jesús respondió con la parábola del buen samaritano (un texto que inspira el mensaje de este documento papal), en la que muestra la actitud de distintos personajes frente al hombre que había caído en manos de unos bandidos. Al final de la parábola el Señor dirigió una pregunta al maestro de la ley para que él mismo encontrara la respuesta a su inquietud: “¿Cuál de estos te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?” (Lc 10, 36).

En la pregunta del maestro de la ley se escondía un afán de restringir la fraternidad. En el fondo lo que quería es que el Señor le dijera con claridad a quién estaba obligado a considerar hermano y a quién no. En la respuesta de Jesús hay una invitación a ampliar el horizonte de la fraternidad: el samaritano (extranjero y considerado poco piadoso por los judíos practicantes) se hizo hermano de un desconocido necesitado que encontró por el camino. Jesús nos invita a mirar con ojos de hermano no solo a los cercanos sino también a los extraños. La parábola contiene una segunda enseñanza. Nos indica que el camino para recuperar el proyecto de Dios sobre la familia humana no es otro que el de la misericordia. Es la actitud que nace de la mirada creyente hacia los otros, especialmente hacia los extraños y necesitados.

La nueva encíclica es una invitación a tener “un deseo mundial de hermandad” (nº 8) y a cultivar la amistad social para recorrer juntos esta hermosa aventura. Os invito a acoger este deseo del Papa de todo corazón.