Fecha: 6 de junio de 2021

Hoy, que celebramos la fiesta del Corpus, podemos decir con esta carta que ha llegado la hora de decir adiós. Permitidme que haga un poco de historia reciente. El Papa san Juan Pablo II erigió la nueva diócesis de Terrassa el martes 15 de junio de 2004. Al mismo tiempo nombró un obispo para la nueva diócesis determinando que la sede episcopal se estableciera en la ciudad de Terrassa y elevando al grado de iglesia catedral el templo del Santo Espíritu de la misma ciudad. Siempre hemos recordado que la bula habla de creación de una nueva diócesis, si bien la demarcación territorial de la diócesis de Terrassa coincide en gran parte con la demarcación de la antigua diócesis de Égara, de la que nos sentimos herederos y, en cierta manera, continuadores.

El domingo 25 de julio de 2004 inicié el ministerio episcopal como primer obispo en una ceremonia de gran profundidad sacramental, eclesial y también histórica, para mí y para todos los diocesanos. Recuerdo que la homilía empezó con una cita del evangelio de san Lucas: “Yo estoy entre vosotros como el que sirve” (22,27). También me referí a cuatro prioridades para nuestra futura acción pastoral: la nueva evangelización, adaptada a las condiciones de nuestro tiempo; la dedicación prioritaria a los más necesitados, a los pobres y marginados; la atención a los  sacerdotes, a los diáconos y al Seminario, verdadero corazón de la diócesis; por último, los jóvenes, futuro de la Iglesia y de la sociedad.

Recordé mi lema episcopal, “Rema mar adentro”, un texto evangélico adecuado en el momento de iniciar una nueva singladura. Empezaba una nueva etapa en la que sobretodo deberíamos echar las redes en el nombre del Señor. La confianza en el Señor me serenaba, y también la confianza en los diocesanos, su apoyo, su colaboración y sobretodo su oración me animaban para adentrarme en el mar de la acción pastoral al iniciar una nueva diócesis.

Diecisiete años después el Santo Padre Francisco me ha nombrado arzobispo de Sevilla. Ha llegado, pues, la hora de despedirnos. Han sido unos años de una gran intensidad y puedo decir que han pasado vertiginosamente. A lo largo de este tiempo hemos ido construyendo y consolidando la diócesis entre todos: laicos y laicas, miembros de la vida consagrada, diáconos, presbíteros, obispos. Ha sido  ciertamente un reto apasionante y una tarea fructífera llevada a término en comunión y corresponsabilidad, caminando juntos, en sinodalidad, como nos lo insiste el Santo Padre Francisco. Hoy doy gracias a Dios por todos los dones recibidos, y doy gracias a los diocesanos por todo cuanto he recibido y aprendido de ellos durante todos estos años.

Desde el primer momento de esta historia hemos procurado dinamizar la vida de la comunidad diocesana, de las parroquias, de las comunidades, de los movimientos y realidades eclesiales. La visita pastoral ha sido un momento privilegiado de encuentro con las personasconcretas, con los grupos, con las distintas comunidades, una ocasión propicia para renovar la comunión, para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida de fe y también a una acción apostólica más intensa; una oportunidad magnífica para dialogar y compartir. Para agradecerles el trabajo, y también para animarles y consolarles ante las dificultades y los obstáculos.

A la vez ha sido una oportunidad para comprobar que, a Dios gracias, hay mucha vitalidad en los diferentes ámbitos de la diócesis, mucha más de la que uno puede imaginarse y de la que es conocida. Personas de toda condición, entregadas a Dios y a los hermanos, en todas las estructuras y ámbitos de nuestra sociedad, presentes en todos los rincones, ofreciendo un ejemplo admirable en su fidelidad y amor, en su dedicación y alegría, des del servicio discreto y eficaz, como el fermento dentro de la masa, como los fundamentos que sostienen los grandes edificios.

El Señor nos ha acompañado  siempre en nuestros trabajos. Continuad, pues, echando las redes bajo la guía de María, Virgen de la Salud, que congrega la familia diocesana en la concordia y la unidad, y que hoy nos impulsa a cantar con el salmista: “Es magnífico lo que el Señor hace en favor nuestro, con qué gozo lo celebramos” ¡Hasta la vista a todos vosotros!