Fecha: 24 de mayo de 2020

Este domingo celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor y la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. A lo largo del confinamiento, gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales hemos podido alimentarnos del pan de la Palabra y seguir celebrando la fe en comunidad, aunque no fuera en modo presencial.  El lema de este año es: “La vida se hace historia. Para que puedas contar y grabar en la memoria (cf. Ex 10,2), y nos invita a vivir y a grabar en la memoria para poder transmitir.

 

De hecho, eso es lo que hicieron los apóstoles. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra como Jesús se les apareció después de su pasión, y dio numerosas pruebas de que estaba vivo. Les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino que aguardaran a que se cumpliera la promesa del Padre y les anunció que recibirían  la fuerza del Espíritu Santo para ser sus testigos hasta el confín de la tierra. Después, fue elevado al cielo (cf. Hch 1,3-10). Ellos volvieron a Jerusalén y «perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos» (cf. Hch 1,14).

 

Allí, en Jerusalén, se inician con María los primeros pasos de vida de la Iglesia. Ella mantuvo a lo largo de su vida un clima de recogimiento, de oración, meditando los acontecimientos en silencio, y ahora, su presencia junto a los apóstoles tiene un significado grande, porque con ellos compartirá su tesoro más preciado, la memoria de Jesús, todo lo que había ido guardando en su corazón. Ella les fue contando todo lo que había guardado en la memoria a lo largo de toda su vida. Será Maestra para ellos y para la comunidad que se irá congregando a su alrededor. María, que estuvo presente desde el principio en el camino de su Hijo, ahora está presente des de los inicios en el camino de la Iglesia y de su misión evangelizadora de todos los pueblos.

 

El mandato del Señor a los apóstoles es claro: Id y haced discípulos de todos los pueblos, y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado. El apóstol es un testigo enviado. Antes de ser enviados, los apóstoles, estuvieron con Jesús, convivieron, aprendieron, compartieron, fueron sus amigos. Al ser enviados deberán anunciar lo que han visto y oído, lo que han experimentado, lo que les ha quedado grabado. Ese anuncio comprometerá su vida, acabará transformando su historia personal y la historia de la humanidad, haciendo nuevas todas las cosas.

 

María, en medio de ellos, será la Madre y la Reina de los Apóstoles, tal como la invocamos en el rezo del Santo Rosario. El sentido de esta invocación es ayudarnos a comprender que la Virgen santísima está presente en nuestra vida cotidiana, siempre en referencia a Cristo, porque fue asociada a su Hijo de un modo único, y por eso su realeza deriva de ser la Madre del Señor. Su apostolado es único: ser la Madre de Dios. Ella engendró y dio a Cristo al mundo, y lo presentó a José, a los pastores y a los magos. María nos dio a Jesús. Los Apóstoles fueron elegidos para predicar al mundo la buena noticia del Evangelio. María fue escogida para traer a la tierra la Palabra eterna del Padre. Ella es la «Reina de los Apóstoles» porque, en realidad, su apostolado  supera todos los apostolados posibles.

 

Jesucristo es el Apóstol del Padre, es el primer apóstol. María participa de una manera especial de la misión de Cristo, y en consecuencia, es apóstol con él. El primer apostolado se inició en el instante de la encarnación.  Ahí comienza también el camino de María como apóstol y como Madre y Reina de los apóstoles. Y es Madre nuestra, de los apóstoles del siglo XXI, que también recibimos el mandato misionero de Jesús, que nos envía a anunciar el Evangelio a nuestros contemporáneos.