Fecha: 3 de enero de 2021

¡Feliz Año Nuevo a todos! Abrimos una nueva página de nuestra historia personal y de la historia de la humanidad, y por la fe, sabemos que Dios camina con nosotros, porque Él es el Señor de la historia. Siempre estamos en sus manos de Padre. Démosle gracias a Dios por la vida que nos ha concedido, por las personas buenas que han marcado nuestra existencia hasta ahora, y pidámosle su sabiduría y su gracia para poder vivir responsablemente cada instante del nuevo año con fe, con esperanza y con caridad. Cada día el Señor se nos hará encontradizo, cada día vendrá a buscarnos y cada día encaminará nuestros pasos por el camino de la paz. Que Él sea alabado, y que llegue cuando llegue el momento de partir, que Él nos lleve a la vida para siempre, que es estar con Él. Mientras vivimos en este mundo, aprovechemos el tiempo de gracia que se nos concede para hacer el bien y para esperar la venida del Señor con toda confianza.

Estamos en tiempo de pandemia, y llega la vacunación y la posibilidad de vencer este gran desafío que la humanidad está viviendo y que toca a todo el mundo. Cuando se vive con la posibilidad de enfermar, o en medio de preocupaciones económicas fuertes, o nos sentimos agobiados por el peso de los problemas, o no tenemos fuerzas, o pasamos por alguna cruz… parece que perdemos el aliento de la esperanza. Pero nos conviene que nos lo digamos unos a otros: vale la pena creer y vale la pena esperar. El Señor está cerca de nosotros para defendernos y protegernos. La confianza es el secreto del verdadero amor a Dios y el próximo. Ayudémonos a mantener viva la esperanza, esta humilde y débil virtud (Ch. Péguy) que une la fe y la caridad en un solo vínculo luminoso y que nos hace vivir cada día con nuevo ánimo. Lo necesitamos todos, pero especialmente los que más sufren o viven en la oscuridad.

Dios en Cristo nos abre una esperanza muy grande, inmensa, de salvación y de vida, una vida que no morirá jamás. Ya nada nos puede dar miedo; «nada nos podrá separar del amor de Dios revelado en Cristo» (Rm 8,39). Tenemos que aprender a esperarlo todo de Dios, porque nunca sabemos bastante de esperar. Ni tampoco de confiar. Todo nos lo quisiéramos hacer solos, sin necesitar de nada ni de nadie; posiblemente ni de Dios… Esta pandemia nos ha mostrado la debilidad humana y nos ha hecho aprender a confiar más en Dios y más en las personas que tenemos a nuestro alrededor, porque dependemos de ellos. Podemos aprender a ver más lo que nos une que lo que nos separa. A valorar los esfuerzos que seguramente están haciendo los demás. A agradecerles lo que nos dan, con naturalidad, pero con ternura. A aprender a disfrutar de la vida que Dios nos regala por pura gracia suya, ahora que comenzamos un año más, el 2021.

Estamos siempre en tiempo de gracia y de perdón, porque Dios con su encarnación ha llenado todos los rincones de nuestra existencia con su presencia y su amor: es el gran mensaje del tiempo litúrgico de la Navidad. De alguna manera, cada día es una nueva presencia. Así lo hemos de vivir: la naturaleza, los acontecimientos históricos, las personas que amamos, los necesitados, la gente que nos rodea y cada uno de nosotros, somos realmente la presencia de Dios que se ha hecho hombre en Jesús de Nazaret. Todo ha quedado restaurado. «Todo es gracia». ¡Os deseo a todos un Año Nuevo lleno de bendición y de paz!