Fecha: 24 de julio de 2022

Este domingo celebramos la segunda Jornada mundial de los abuelos y de los mayores, instituida por el papa Francisco el año pasado. La elección de esta fecha se debe a la proximidad de la fiesta de los santos Joaquín y Ana que, según la tradición, fueron los padres de la Virgen María cuando ya tenían una edad avanzada y, por tanto, los abuelos de Jesús.

El lema elegido por el Santo Padre para esta conmemoración es una frase del salmo 92: “En la vejez seguirán dando fruto” (Sal 92, 15). Esto lo vemos realizado en los padres de la Virgen: humanamente habían perdido la esperanza de ser padres y, sin embargo, no habían desfallecido su fe en Dios y vivían en santidad y justicia en su presencia, como todos los justos que esperaban la salvación de Israel. Y fue precisamente en este momento de su vida, cuando recibieron de Dios un regalo que no hubieran podido imaginar nunca y una misión para la que ellos por su fe y por su vida santa estaban preparados: acoger a la que estaba destinada a ser la Madre del Mesías y educarla para que fuera capaz de prestar atención a las cosas de Dios y estuviera disponible para cumplir su voluntad. En la vejez produjeron un fruto que es reflejo de su santidad. San Juan Damasceno, en una homilía en la fiesta de los padres de la Virgen los ensalza con estas palabras: “Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana… sois conocidos por el fruto de vuestro vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los conoceréis…Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de una manera agradable a Dios… con vuestra conducta casta y santa, ofrecisteis al mundo la joya de la virginidad… engendrasteis una hija superior a los ángeles, que es ahora la reina de los ángeles”.

Cada edad de la vida tiene sus propias tentaciones. La ancianidad, afirma el papa Francisco en su mensaje, “no es una estación fácil de comprender”, ni para quienes la están viviendo y, a menudo, tampoco para las personas cercanas y para el conjunto de la sociedad. Quienes se encuentran en ella, muchas veces pierden la ilusión y las motivaciones que los han llevado a luchar y trabajar a lo largo de su vida laboral. Es como si no estuviéramos preparados para afrontar esta situación, por lo que muchos la viven con la resignación de quien no tiene ningún proyecto, porque todo está ya hecho, y ningún fruto que dar. Por ello el Papa, en su mensaje, exhorta a los mayores, entre los que se incluye él mismo, a que piensen que “envejecer no es una condena, es una bendición”; a vivir “una ancianidad activa también desde el punto de vista espiritual, cultivando la vida interior por medio de la lectura de la Palabra de Dios, la oración cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia”; a ofrecer a los hijos y nietos un “afecto lleno de atenciones”; y a acercarse a los pobres y afligidos “con la ayuda concreta y la oración”. De este modo, en la ancianidad se siguen dando frutos.

El Papa hace en su mensaje una llamada a toda la sociedad a que nos planteemos cómo acogemos a los mayores: “las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia”. De este modo, nuestro mundo se deshumaniza. Si tuviéramos actitudes humanas con ellos, ni vivirían la vejez como una desgracia, ni desearían la muerte cuando les llega el momento de la enfermedad y del dolor.