Fecha: 17 de septiembre de 2023

Esta expresión “alienación en el trabajo” resultará familiar a quienes vivieron, hará unos cincuenta años, la divulgación del pensamiento marxista. En el lenguaje de Carl Marx significaba algo muy concreto, una denuncia que se convertía en base, entre otras, de su proyecto revolucionario. Hoy esta expresión no se oye tanto. Se prefiere hablar de “trabajo no digno” o simplemente de “abuso, explotación, marginación, etc.”

Preferimos seguir usando esta expresión, porque expresa muy bien el problema real que se sufre en el mundo del trabajo (y en otros muchos ámbitos de la vida). “Alienación” significa toda experiencia que provoca una sensación de vaciamiento de uno mismo, extrañamiento, pérdida de lo que uno es, del propio valor como persona…”; algo parecido a lo que hoy entendemos como pérdida de la propia dignidad y de los derechos propios.

El marxismo decía que el capital explota al trabajador, en el sentido de que se apropiaba del “valor añadido” que el bien económico material adquiría al ser trabajado por el obrero: el capital se hacía amo de la materia, del producto final… y de la vida misma del trabajador: la alienación total. Una crítica que servía realmente para desenmascarar auténticas y gravísimas situaciones de explotación. Entonces la alternativa consistía en devolver al trabajador la propiedad de todo, de forma que la persona llegue a ser libre. El problema sobrevenía cuando en realidad el trabajador seguía siendo tan o más esclavo, porque el amo entonces era un estado todopoderoso y omnipresente, regido por un staff de funcionarios y políticos ideologizados, ajenos realmente a la vida del trabajador.

Hoy hemos recibido muchas lecciones de la historia real.

Conocemos por la prensa la posición profética de la escritora Sarah Jaffe (“El trabajo no te estimará”) que ha dedicado gran parte de su tiempo a profundizar la problemática actual sobre el mundo del trabajo y la profesión: “vivimos muy engañados… muchas veces nuestra relación con nuestros trabajos es más tóxica que cualquier otro idilio, pero no queremos verlo”. Ella misma ha experimentado un gran desencanto al haber mitificado en su día la profesión que ahora ejerce, cuando reconoce que hoy vive preocupaciones y esclavitudes semejantes a las que tenía cuando era una sencilla camarera…

Mucho me temo que el problema es más sencillo y también más complejo. A través de los problemas laborales se tocan cuestiones más profundas y esenciales, como el sentido de las cosas, del mismo trabajo, del descanso, de la relación personal, del dinero, de la vida en general. Todo se hace problemático cuando estas cuestiones no están claras. Esta escritora intuye esto, aunque sigue repitiendo el mantra de que es el sistema (capitalista) el responsable de nuestras infelicidades y alienaciones.

Parece que bajo el paraguas del “sistema” se van incluyendo todas las responsabilidades causantes de cualquiera de nuestros males, como si ese sistema no fuera producto de nuestras manos libres. Afirmar que estamos sometidos a un sistema opresor es una forma sutil de evadir responsabilidades y de autoproclamarse víctima. En realidad el sistema capitalista o “estatalista” lo llevamos dentro cada uno.

Así y todo, creemos que hemos de seguir denunciando la existencia de una alienación real en el trabajo. El Papa Juan Pablo II utilizaba esta expresión en un sentido más profundo:

“Se aliena la persona humana que rechaza trascenderse a sí mismo y vivir la experiencia de la autodonación y de la formación de una auténtica comunidad humana, orientada a su destino último que es Dios. Está alienada la sociedad que en sus formas de organización social, de producción y consumo, hace más difícil la realización de esta donación y la formación de esta solidaridad interhumana” (Centesimus Annus 41)