Fecha: 29 de enero de 2023

La tradición y la devoción del pueblo cristiano han conseguido que el día 2 de febrero, conocido popularmente como la Candelaria, sea celebrado como una fiesta de la Virgen María cuando en realidad lo que se recuerda y actualiza ese día es la Presentación de Jesús en el templo. Por tanto una fiesta cuya persona central es el mismo Jesucristo. Damos por supuesto, como lo reconoce toda la iconografía, que iría en brazos o acompañado por María y José pero lo que narra el evangelio de san Lucas va dirigido de un modo especial y directo al Mesías y Salvador. Son especialmente significativas las palabras del anciano Simeón cuando se encuentra con el Niño-Dios y también las palabras de Ana, la profetisa, que hablaba siempre del Niño que todos esperaban y ahora daba gracias a Dios por el regalo de haberlo conocido.

Es una fiesta muy popular en la que cobra mucha importancia la distribución de unas candelas que denotan la luz que ilumina nuestro propio camino de la vida. De nuevo la Luz, Cristo, nos indica que la oscuridad es vencida y podemos transitar por este mundo con las enseñanzas luminosas que emiten su palabra y su actitud. Es una invitación permanente a la aceptación del triunfo de la claridad, de la transparencia, de la inocencia. Tenemos la gracia de su luz que nos guía, nos acompaña y nos aguarda al final de la vida, cuyo juicio esperamos sea con la acogida y misericordia que sólo Él sabe hacer.

Es un día que, en cierto sentido, anticipa la gran noche de la luz que es la Pascua donde se manifiesta con total plenitud la presencia de Cristo resucitado en la vida del mundo. Se nos pide, además, que cada uno de nosotros sea portador de esa misma luz que recibe para que, de ese modo, transmitamos autenticidad y coherencia en nuestras palabras, acciones y deseos. Todo ello al estilo de Jesús como se indica en los evangelios.

Es un día de fiesta celebrada con mucha alegría e intensidad por parte de dos realidades eclesiales muy significativas. Tanto por los miembros de la Vida Consagrada como por las personas que componen el Movimiento Apostólico de Vida Creixent. Unos y otros con buena representación en nuestra diócesis. Los primeros recuerdan la Presentación, la Consagración, del Señor, tal como decíamos más arriba y que han tomado como referencia fundamental para su propia consagración, dentro de un carisma determinado, al servicio de la Iglesia aplicando a su vida los consejos evangélicos con radicalidad y entusiasmo. Los segundos, por su edad, han visto en las palabras y en la actitud de los ancianos Simeón y Ana un referente de confianza en las promesas de Dios y de esperanza en la entrega y dedicación a los demás sin cansancios ni desánimos.

En nuestra diócesis viven varias comunidades de Vida Consagrada que colaboran en muchos servicios parroquiales y en instituciones diocesanas. Ya las enumeramos el año pasado y no hace falta repetir de nuevo este año ya que muchos de vosotros tenéis conocimiento de las mismas y soléis agradecer su servicio y colaboración. No añadiría más elogios a su situación sino que pediría a todos plegarias por las vocaciones para cada congregación. Nos hacen falta ahora más que nunca.

También en muchas parroquias hay grupos de Vida Creixent que se reúnen de modo periódico para rezar, comentar temas personales o familiares y seguir un plan de formación cristiana. Para este último motivo reciben unas indicaciones de los responsables de este movimiento apostólico en una especie de libro-folleto que les ayudan a centrar el tema de diálogo buscando siempre la relación con las palabras y los gestos de Jesús que se transmiten con fidelidad por la Iglesia.