Fecha: 29 de octubre de 2023

Hace un mes, concretamente el pasado 25 y 26 de septiembre, con motivo de este nuevo curso pastoral, celebramos las jornadas de formación permanente con los presbíteros y diáconos de nuestra diócesis de Tortosa. Quiero compartirlo con todos los lectores de la hoja semanal Vida Diocesana porque quizás no siempre conocemos con detalle las buenas iniciativas que en varios ámbitos pastorales se van llevando a cabo, con perseverancia y esperanza.

Las jornadas tuvieron lugar en el Seminario. Pudimos dedicar tiempo para una mañana de retiro espiritual predicado por mí mismo. También disfrutamos de momentos de sana convivencia, visita cultural, concelebración de la eucaristía, y de una reflexión sobre la sinodalidad que nos ofreció la presidenta del Foro de Laicos, Dolores Loreto García Pi. En este caso, fue muy positivo que también se hicieran presentes en el diálogo posterior a la ponencia algunos miembros laicos y de vida consagrada de la comisión de la etapa diocesana del Sínodo.

Por mi parte, era la primera vez que participaba y estoy muy agradecido, por la buena predisposición por parte de todos, por el silencio y la oración, por el diálogo fraterno compartiendo experiencias muy enriquecedoras. Agradezco mucho que nuestra Delegación Diocesana del Clero vele esta formación permanente desde hace años. La formación permanente es una experiencia discipular. Sí, todos somos discípulos de Jesucristo, el único Maestro y Señor. Y todos tenemos mucho por aprender todavía, siempre muy abiertos a sus sorpresas, yo el primero.

El papa San Juan Pablo II, en el número 70 de la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis, decía que “cultivar la formación permanente es un acto de amor al Pueblo de Dios (…) y una exigencia nuestra con las comunidades que servimos.” Por otro lado, estas oportunidades formativas nos hacen crecer en una mayor fraternidad.

Todos los que formamos el Pueblo Santo fiel de Dios, que peregrinamos en la diócesis de Tortosa, estamos invitados a dar gracias al Señor por la vida y ministerio de nuestros sacerdotes, a veces en circunstancias no fáciles, con demasiados frentes por atender a la vez. Que las jornadas de formación permanente, experiencia discipular que celebramos mensualmente desde hace años, nos ayuden a ser pastores a imagen de Jesucristo Buen Pastor.