Fecha: 4 de abril de 2021
La muerte de Cristo puso en crisis la fe de los discípulos. Habían seguido al Señor y habían puesto su esperanza en Él porque pensaban que sería el futuro liberador de Israel. En esos momentos tendrían la sensación de que la decisión de dejarlo todo para formar parte del grupo de sus discípulos había sido una apuesta equivocada. Decepcionados y desilusionados, algunos salieron de Jerusalén, mientras que otros estaban en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Humanamente hablando, se sentirían fracasados porque sus expectativas no se habían hecho realidad. Se habían ilusionado con la persona y el mensaje de Jesús; habían vivido la experiencia apasionante de conocer a alguien excepcional, gozar de su amistad y escuchar sus enseñanzas; se habían sentido privilegiados por esto. Ahora todo había terminado, como un sueño que se desvanece al despertar. Su crucifixión los había devuelto a la dura realidad del mundo.
Sin embargo, en la mañana del día de Pascua todo cambia. Las mujeres encuentran el sepulcro vacío y ven al Señor resucitado, que las envía a anunciarlo a los discípulos. María Magdalena, pensando que se han llevado el cuerpo del sepulcro, avisa a Pedro y al Discípulo Amado, quienes, después de constatar que no está donde lo habían puesto, regresan a casa, mientras que ella permanece allí porque necesita saber qué ha pasado. Después de ver al Señor, ella misma irá a anunciarles la buena noticia de la resurrección. La primera reacción de los discípulos es de resistencia a creer. Lo que las mujeres anuncian les parece inverosímil. Será el Señor mismo quien los vaya recuperando para la fe y venciendo sus dudas.
Para los personajes implicados en estos acontecimientos, la vivencia de la Pascua fue una experiencia inesperada y sorprendente. A pesar de que Jesús les había hablado de su resurrección antes de morir, ellos no entendían el significado de estas palabras. Lo que vieron y vivieron superaba todas sus expectativas, y la salvación que descubrieron en Cristo resucitado colmaba las esperanzas que habían puesto en Él. Estaban viviendo un auténtico acontecimiento de gracia que les llenaba de una alegría tan grande que no se lo podían creer.
Por ello, fue también una experiencia de auténtica libertad: Cristo resucitado transformó su dolor en alegría; en la oscuridad de la desilusión y la desesperanza se abrió una luz; se sintieron libres del miedo que los llevaba a estar encerrados en una casa y comenzaron a anunciar que Cristo había resucitado, que había sido constituido Señor, y que solo en Él encontramos la salvación. Esta libertad cristiana les dio la fuerza necesaria para entregarse totalmente a dar testimonio de la verdad de lo que anunciaban.
La gracia de haber conocido a Cristo Resucitado es fuente de la auténtica libertad cristiana, de esa libertad de la que nace el verdadero testimonio de la fe, que no consiste en hacer sufrir a los demás por la verdad, sino estar dispuestos a sufrir por ella; y en no imponer la fe por la fuerza del poder, sino dar razón de nuestra esperanza a todos los que nos lo pidan con delicadeza y respeto.
Feliz Pascua de Resurrección.