Fecha: 6 de diciembre de 2020
El próximo martes celebraremos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, la fiesta mariana más importante del Adviento, un tiempo de gracia que nos habla de una presencia siempre nueva del Señor entre nosotros. Él no entró en nuestro mundo a la fuerza. Llama a la puerta, quiere que le dejemos entrar. En el evangelio de esta solemnidad escucharemos la narración de la Anunciación a María. El ángel le anuncia que ha sido elegida para ser la Madre del Mesías. Ella es la puerta por la cual el Hijo de Dios tiene que entrar en nuestra historia. Su misión es única y decisiva para la salvación de la humanidad. A pesar de esto, Dios respeta su libertad. San Bernardo de Claraval, en sus sermones sobre este pasaje del Evangelio, imagina que toda la humanidad está esperando su respuesta al ángel: “Acabáis de oír, oh Virgen, que concebirás y tendrás un hijo … el ángel espera tu respuesta. También esperamos nosotros tu palabra de misericordia … la espera todo el mundo, postrado de rodillas … de tu boca depende el consuelo de los pobres, la redención de los cautivos, la salvación de todos los hijos de Adán … Responde enseguida … ¿Por qué tardas? Mira que el deseado de todas las naciones llama a la puerta … Y María dijo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»”. El Señor pide el consentimiento de María para entrar en nuestro mundo. Tampoco quiere entrar a la fuerza en nuestras vidas, viene a nosotros pidiendo que le dejemos entrar para llenarnos de alegría y de esperanza. Imitando a María, no dejemos que pase de largo. Aprovechemos la gracia del Adviento para abrirle de verdad nuestros corazones.
El ángel es enviado a María. Le saluda diciendo que es llena de gracia y le anuncia que Dios le ha concedido su favor. En Ella resplandece de una manera singular la santidad y la Gracia. San Bernardo lo comenta con estas palabras: “¿a quién fue enviado el ángel? Fue enviado a una virgen prometida con un descendente de David. ¿Quién es esta virgen tan digna que la saluda un ángel y tan humilde que está prometida con un artesano? ¡Admirable combinación en la que se unen la virginidad y la humildad! Estás oyendo hablar de una virgen que es humilde”. Dios ha puesto sus ojos en esa virgen porque era humilde. Ciertamente su virginidad atrajo el favor de Dios, pero fue la humildad la que hizo agradable a Dios esa virginidad. María fue elegida y concibió por su humildad.
Consciente de esto, en el Magníficat dirá que el Señor “ha mirado la humildad de su sierva”. ¿Quién es María? ¿Quién es esa virgen a la que fue enviado el ángel? Es una virgen santa, sencilla, obediente. En la humildad y en la virginidad se manifiesta la plenitud de su santidad. Por eso Ella nos indica el camino para que el Señor, cuando llame a nuestra puerta, pueda entrar: el camino de la sencillez y de la humildad. En un mundo en el que a menudo los hombres nos enorgullecemos de lo que hacemos, somos o tenemos, de lo que conseguimos en la vida, no olvidemos lo que nos dice el profeta Isaías: “Yo pongo mis ojos en el desvalido y afligido, que se apresura a cumplir mi palabra”
Que este Adviento sea un tiempo para crecer en humildad. Y así creceremos también en el sentido más auténtico de lo que significa la santidad, que es darle nuestro corazón, nuestra persona y nuestra vida al Señor.