Fecha: 11 de octubre de 2020

El próximo domingo celebraremos el DOMUND, el Domingo Mundial de las Misiones, la Jornada universal que se celebra cada año en todo el mundo para apoyar a los misioneros en su labor evangelizadora, desarrollada entre los más pobres. Es una llamada a la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización, el día en que la Iglesia lanza una especial invitación a valorar y apoyar la causa misionera. Este año se celebra en un contexto de crisis sanitaria y económica mundial, en un año marcado por los sufrimientos y desafíos causados por la pandemia del COVID-19.

Enestas circunstancias, la misión de la Iglesia adquiere un relieve especial, en particular con las personas más necesitadas en muchos países del tercer mundo, donde la Iglesia está en primera línea en la lucha contra el virus, la pobreza y el hambre.Esta situación nos apremia a responder todavía con más generosidad a las necesidades de la misión. Como recordaba el papa Francisco, el dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana. En este escenario, la llamada a la misión, a salir de nosotros mismos por amor a Dios y al prójimo se presenta como una oportunidad especial para compartir con los demás los dones recibidos de Dios, especialmente el don de la fe.

Dios ama tanto al mundo, que envía a su Hijo para que tenga vida eterna todo el que crea en él (cf. Jn 3, 16). La misión de Jesús culmina en el sacrificio de la cruz, expresión y revelación de amor y de salvación universal. Jesús lleva a cabo la misión que el Padre le encomienda, toda su vida es fiel cumplimiento de la voluntad del Padre. El Señor nos llama también a nosotros, y espera nuestra respuesta para ser enviados. Él nos renueva con su Espíritu, nos convierte en discípulos y nos envía a todos los pueblos. Recibimos el impulso para continuar la misión de Cristo por amor, para que todos los seres humanos puedan participar del gozo inmenso de la vida plena de hijos de Dios. A esta vida nueva de hijos de Dios han sido destinados y llamados todos los hombres y las mujeres en un solo pueblo, formando una familia.

Este tiempo de pandemia se ha convertido en un gran desafío para la misión de la Iglesia. La enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el aislamiento,son una interpelación que nos ha de llevar a replantear muchas facetas de nuestra vida.De momento noshemos sentido derrotados por un pequeño virus, a pesar de que el progreso de la ciencia y de la técnica en nuestro mundo es casi ilimitado. Nos impacta tambiénla imagen del sufrimiento de los que han muerto solos, sin la presencia de sus seres queridos, de los que son desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni comida, de los afectados por la nueva crisis económica.

Esta experiencia nos ha de llevar al encuentro con el hermano, un encuentro que lleva a compartir, a colaborar, a convivir. Convivir significa estar atentos los unos a los otros, no mostrarse indiferentes a la situación de los demás, ser conscientes de la interdependencia entre personas, ser solidarios. Como señaló el papa Francisco, «de una crisis como esta no se sale iguales, como antes: se sale mejores o peores. ¡Que tengamos el coraje de cambiar, de ser mejores, de ser mejores que antes y poder construir positivamente la post-crisis de la pandemia!». La misión evangelizadora de la Iglesiatiene como objetivo una renovación profunda, una auténtica transformación de cada persona y de toda la sociedad, porque Cristo ha venido para hacer nuevas todas las cosas. Todos estamos llamados a colaborar en esta misión.