Fecha: 21 de agosto de 2022

El buen tiempo de estos meses de verano nos ayuda a relajarnos, pero también nos estimula a hacer muchas cosas diferentes. El verano es un tiempo para observar la belleza que nos rodea con la luz radiante del sol, pero es también una oportunidad de contemplarla con la mirada de Jesucristo. ¿Cómo miraría Jesucristo nuestra realidad?

Observar y estar atento es fundamental para ver los diferentes matices de nuestro mundo y eso también implica ver lo que, en ocasiones, no queremos mirar. No podemos cerrar los ojos cuando la realidad no es tan cálida ni de color de rosa como quisiéramos, sino fría y gris. Y así es, parece que hemos controlado una pandemia, que hemos vuelto a salir a la calle para disfrutarla, pero no podemos obviar que estamos dejando a muchos hermanos nuestros por el camino de la pobreza.

Miles de personas de nuestro entorno se encuentran en una situación de severa exclusión social. Los datos de la memoria anual de Cáritas así lo constatan. Se muestra con cifras estremecedoras que la situación de las personas vulnerables ha empeorado aún más. El informe FOESSA constata que en el año 2021 casi 1 de cada 4 españoles vivía en situación de exclusión social. Durante este segundo año de la pandemia, Cáritas atendió a 1,6 millones de personas en toda España. Son hermanos nuestros, golpeados por la precariedad laboral, por el difícil acceso a la vivienda y por la incertidumbre de tener un plato en la mesa cada día.

No podemos normalizar el cuadro que nos ha dibujado la crisis económica y sanitaria de los últimos años. Debemos actuar y tratar de pintar otro con colores que den vida. Es necesario que nos esforcemos en el proyecto de construir una sociedad más fraterna y cohesionada. El papa Francisco nos dice: «La solidaridad es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, luchar contra la negación de los derechos sociales y laborales» (Fratelli tutti, 116).

La Iglesia nunca se cansa de recordar el mensaje de Jesús, de palabra y obra. Denunciamos la injusticia y trabajamos para mermar sus efectos. En nuestro territorio, a través de las parroquias, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, laicos y laicas, numerosas organizaciones caritativas y de acción social, trabajamos incansablemente para hacer más digna la vida de nuestros hermanos y hermanas más vulnerables. Como en tantos momentos a lo largo de la historia, también nos toca ahora iluminar el camino. Tenemos que dar consuelo y esperanza a las personas, promover la comunión y la cohesión social. También es necesario que trabajemos intensamente para complementar la acción de las administraciones públicas y de la sociedad civil, con el firme propósito de garantizar unas condiciones de vida dignas para las personas más perjudicadas.

Queridos hermanos y hermanas, la solidaridad no va de vacaciones. La pobreza tampoco. Durante el verano, mantengamos los ojos muy abiertos ante la realidad y extendamos la mano a los hermanos que más lo necesitan. Seamos luz para el mundo y que nuestras buenas obras glorifiquen a nuestro Padre.