Fecha: 20 de septiembre de 2020

El próximo 24 de septiembre celebraremos la memoria de la Virgen de la Merced, una advocación mariana unida al recuerdo histórico de la fundación de la orden mercedaria para el rescate de los cautivos, inspirada, según la tradición, a san Pedro Nolasco, a san Ramón de Peñafort y al rey Jaime I. A pesar de que esta devoción nace en un contexto histórico muy concreto (la liberación de los esclavos que eran tratados con crueldad), el mensaje que contiene y la intuición teológica que la fundamenta todavía hoy es plenamente actual: María, como Madre que es de toda la humanidad llamada a la salvación por la obra redentora de Jesucristo, coopera con su Hijo en la misión de llevar a los hijos de los hombres al camino de la libertad que por derecho les corresponde como seres humanos y, sobre todo, como hijos de Dios. Por eso la Virgen de la Merced es invocada como patrona y protectora de las personas privadas de libertad. Os invito, pues, a que durante estos días nos acordemos de ellas y las tengamos presentes en nuestras plegarias.

La libertad es un bien esencial de la persona humana, y su privación solo está justificada cuando no se encuentran otros caminos para garantizar la convivencia y el bien de la sociedad. En cualquier caso, no se ha de olvidar que quien cumple una condena por el motivo que sea, no pierde la dignidad propia del ser humano y, por eso, se deben evitar los castigos y penas innecesarias que únicamente buscan la humillación. La privación de libertad no justifica que los otros derechos de la persona sean recortados.

El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Cuando tenemos noticias de algunos hechos y de las personas que los han cometido, las asociamos a sus comportamientos delictivos y tenemos el peligro de ver en ellas únicamente aquello que es malo. Un cristiano no puede tener esa mirada: quien ha cometido un delito no deja de ser persona. Además, Jesucristo ha muerto para redimir y salvar a todos los hombres. Nosotros no podemos condenar totalmente a nadie. Dios no quiere mirar lo que hay de malo en el corazón de los seres humanos, sino que mira aquello que es bueno y puede ser el inicio de su camino de salvación.

En nuestra diócesis no tenemos centros penitenciarios, pero sí un número considerable de personas privadas de libertad, muchas de las cuales se encuentran en los centros de Albocàsser (Castellón) y Mas d’Enric (Tarragona). La delegación de pastoral penitenciaria, organizada en dos grupos que colaboran en la pastoral de estas cárceles, acompaña a los que lo solicitan y les ayuda en algunas necesidades básicas. Aquellos que queráis colaborar podéis informaros y hacer vuestra aportación en vuestras parroquias o en la sede más próxima de Cáritas.

No olvidemos que la pandemia que estamos viviendo ha agravado la situación de los presos. Al igual que en las residencias de ancianos, debido a las medidas para prevenir los contagios, las visitas se han reducido al mínimo. Esto les añade un sufrimiento nuevo. Este año más que nunca los hemos de tener presentes en esta fiesta de la Merced, a ellos y a sus familias.

Con mi bendición y afecto.