Fecha: 16 de mayo de 2021

La Resurrección de Cristo libera la persona humana en su totalidad. Libera su palabra, su vida, sus sentimientos, sus afectos, su inteligencia, etc. Y puesto que la Resurrección de Cristo concluye en su glorificación (Ascensión), también decimos que toda la persona humana es glorificada.

Es muy importante saber qué significa eso de “ser libre para la gloria, ser libre para ser glorificado”.

Hace un tiempo el profesor A. López Quintás, respondía a preguntas en torno a la “emergencia educativa” en la que estamos todos metidos. Mediante un ejemplo claro explicaba cómo nacía la libertad creativa: con unos papeles en blanco, decía, se puede hace lo que uno quiera; pero, si en ellos escribo una partitura musical, me he de ceñir a lo que allí pone, pero me permite producir la belleza de una melodía… En ese segundo caso se es más libre. Y a la pregunta sobre la utilidad que este tipo de experiencias tenía en la tarea educativa respondía:

“Sí, es necesario descubrir nuevas fuentes de formación, porque todo es poco para entusiasmar a los niños y jóvenes con los valores en el clima actual de glorificación de lo negativo”

Sí que entendemos qué significa glorificar. Sobre todo cuando tristemente vemos que “es glorificado lo negativo”. ¿Qué es glorificado en el mundo mediático? Siguiendo la parábola del profesor, glorificar la libertad del que hace con los papeles lo que quiera es destructivo; glorificar la libertad del que interpreta la partitura mediante el aprendizaje y el esfuerzo creativo es permitirle crecer. Su libertad es para la verdad y la belleza.

Esa libertad es la que resucita y es glorificada en Cristo.

Más concretamente, en Cristo es glorificada la libertad de quien asumió la condición de siervo sufriente por amor. Es decir, de aquel que, integrando su pobreza y su debilidad, utilizó su libertad para amar.

G. Ravasi compuso “El canto del asno” que nos remite al bello poema de G. K. Chesterton, “El asno”. Era el asno que llevó sobre sí a Jesús el Domingo de Ramos. El asno es, frente al poderoso y bello caballo, un animal despreciado, burlado, maltratado, encarnación del súbdito un poco fracasado y un poco oprimido. Pero el poema acaba con estas palabras que respondían a las burlas:

“¡Necios! yo también tuve mi hora dulce, mi hora de gloria tuve yo también: un gran clamor llenaba mis oídos, y había un mar de palmas a mis pies!

No solo tuvo “su hora de gloria”. Nos permitimos pensar que ese asno fue glorificado en la Ascensión del Señor. Porque en Cristo es glorificado todo aquel que le sirve, llevándole con humildad, para que Él sea aclamado.

Y así llegamos a captar que de la Ascensión, surge, se libera, la misión. Es la misión de quienes ven en el horizonte el mundo y la humanidad glorificados, Llevan sobre sí y en el propio corazón a Cristo y van anunciando la Buena Nueva con sus palabras y sus obras.

Entonces en ellos y en el mundo la libertad es cumplida.