Fecha: 6 de noviembre de 2022

Estimadas y estimados. La Iglesia diocesana tiene necesidad de una infraestructura económica para dar una respuesta pastoral a los cristianos, respuesta que conlleva personal, acciones concretas, conservación del patrimonio, espacios dignos, y para procurar una vida decente a los sacerdotes y diáconos que dedican la vida al servicio de los cristianos. Esta infraestructura debe asegurarse entre todos los que creemos en la misión eclesial. Cuento, por tanto, con vuestro interés efectivo. Ya les doy las gracias antes de hacer vuestras aportaciones: más que en su generosidad, creo en su sentido de responsabilidad. Gracias.

«Gracias por tanto», afirma el mensaje del Día de la Iglesia Diocesana que hoy celebramos. Los organizadores de la Jornada y yo mismo ya les damos las gracias antes de saber la respuesta, porque al escribir sobre la necesidad de su colaboración económica, nuestra intención no es pedir limosna, sino hacer memoria de un deber de justicia que tenemos los creyentes. Un deber que, ante las vicisitudes de los momentos que vivimos, se hace más urgente que nunca.

De ninguna manera debemos ver esta urgencia como una imposición de tiempos malos para la Iglesia. Creo sinceramente que, dentro de unos años, cuando la Iglesia se encuentre adecuadamente reubicada en su contexto social, la autofinanciación será muy valorada positivamente por su bien.

En el presente capítulo de acción de gracias, quiero hacer mención de las Juntas parroquiales de economía, que no deben faltar en ninguna parroquia, por pequeña que sea. No podemos decir que son cosas que ya son gestionadas por el párroco. Así no nos educamos en la corresponsabilidad. La parroquia no es una empresa del párroco, sino un asunto de todos los que la forman.

Al mismo tiempo que agradezco el trabajo de las citadas Juntas, les pido a sus componentes que tengan una visión amplia del cometido. Su parroquia está ligada a muchas otras, sobre todo las de la propia Unidad Pastoral, y a servicios diocesanos de los que se benefician sus comunidades. Está ligada también a la misión de la Iglesia universal. Dos factores a tener presentes en la gestión parroquial, si no queremos ser prisioneros de una visión que mutila la catolicidad.

Gracias a Dios, son pocas las parroquias que no tengan ya algunos núcleos de corresponsabilidad. Sin embargo, hay que ir progresando en este camino, dado que, en este campo son necesarias siempre la paciencia histórica y unas mínimas garantías de permanencia. No es suficiente con el esfuerzo de un apóstol «gigante» aislado. Las estructuras de corresponsabilidad se basan en grupos de cristianos responsables y en proyectos institucionales duraderos, que dispongan de la voluntad positiva de los creyentes de cada comunidad local, que no dependan meramente del párroco de turno y que cuenten también con la voluntad positiva de las autoridades diocesanas.

Dios, que mira con benevolencia el servicio hecho de buena gana, tenga en cuenta su esplendidez.

Vuestro.