Fecha: 16 de abril de 2023

Vivamos este tiempo de Pascua con el firme compromiso de ser más dóciles a la acción del Espíritu Santo, con humildad y acción de gracias por el sacramento del bautismo y de la confirmación que nos lo han regalado con abundancia. Cristo ha Resucitado y nos ha enviado al Espíritu Santo Defensor, que nos une a Él y al Padre. Que nos une como Iglesia. Realiza la comunión eclesial. En el camino cristiano «nunca estamos solos». Cristo nos acompaña a través de su Espíritu Santo. «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20).

Debemos acoger con docilidad y reverencia al Espíritu de Cristo y dejarnos llevar por su aliento de libertad y su fuego de caridad ardiente. Aquel don del Padre y del Hijo que habita en nuestro interior y silenciosamente nos va guiando hacia la plenitud de la verdad, de la luz y del amor, nos irá transformando en amigos de Dios e imágenes vivas de Cristo. Él nos da las palabras y los sentimientos adecuados y nos hace valientes en los combates de la fe y fuertes en las crisis de la vida. Por el bautismo y la confirmación se ha hecho compañero invisible pero real de nuestra vida para siempre. Él nos acompaña.

Un texto muy sugerente leído por el obispo ortodoxo Ignacio en Uppsala en 1968, en el Consejo Mundial de las Iglesias, nos ayuda a entender lo que el Espíritu Santo hace en nosotros:

“Sin el Espíritu Santo,

Dios está lejos,

Cristo permanece en el pasado,

el Evangelio es letra muerta,

la Iglesia, una simple organización,

la autoridad, un dominio,

la misión, una propaganda,

el culto, una evocación,

y el actuar cristiano, una moral de esclavos.

Pero con Él,

el universo se levanta y gime en la infancia del Reino,

Cristo ha resucitado,

el Evangelio es potencia de vida,

la Iglesia, comunión trinitaria de hermanos,

la autoridad, un servicio liberador,

la misión, un pentecostés,

el culto, memorial y anticipación,

y el actuar humano, es algo divino”.

Dejémonos guiar por el Espíritu, que todo lo hace nuevo, y que la Pascua nos dé renovadas fuerzas para anunciar a todos la verdad y la luz de Cristo, el Salvador del mundo, sabiendo que “el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de si… Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu” (Ga 5 ,22-25).