Fecha: 14 de junio de 2020

«Las crisis pueden convertirse en oportunidades de crecimiento». Así piensan personas sensatas, que nos dan buenos consejos. Los cristianos y la tradición judía no necesitamos que se nos recuerde esta gran verdad: a lo largo de toda la Historia de la Salvación, durante siglos, el Señor nos ha ido educando de esta manera.Nos sentimos llamados a ser constructores del futuro, eso sí, contando con el Señor. Nos imaginamos que somos arquitectos de una nueva sociedad. Es mucho decir. Pero, queramos o no, el mañana está en nuestras manos.

En el sector de la construcción es conocida la cuestión de si es mejor, más rápido y barato, derribar y construir de nuevo o reformar lo antiguo. Naturalmente, todo dependerá del estado en que se encuentre el edificio viejo y del resultado que se desee obtener.

Pero la parábola viene al caso, porque esta es precisamente la cuestión que hoy se nos plantea. La crisis que vivimos no es solo sanitaria, sino también social y económica y viene acompañada por conflictos políticos que no parecen favorecer una solución rápida y eficaz. ¿Es cuestión por tanto de realizar algunas reformas de detalle, o hay que ir más a fondo? ¿Basta con introducir nuevas leyes y protocolos o hemos de plantearnos cuestiones más serias, tales como qué sentido tiene la economía y la política, cuál es el objetivo de nuestra convivencia, qué se desea conse-guir con el progreso técnico, qué valores hemos de alcanzar y cuáles tienen prioridad, dónde quedan la dignidad, la justicia social, la familia, y otras muchas cuestiones…? Es como profundizar en los cimientos del edificio. Las grietas, el deterioro del edificio se deben generalmente a problemas serios de los cimientos. Aunque no se suelen abordar porque están ocultos o, simplemente porque no se sabe o no se quiere entrar en problemas de «fundamento».

Algunos, que viven solo de la imagen, creen que con cuatro retoques en la fachada todo se soluciona. Es un engaño. Ya sabemos que no podemos empezar absolutamente de cero. Pero sí podemos al menos ¡re-visar los cimientos!

El diagnóstico de la crisis ha de detectar los problemas que hay en los cimientos. Deben ser reformulados, reafirmados, y tratados abiertamente. Pongamos algunos ejemplos:

— Las medidas económicas para salir de la crisis no pueden ser solo técnicas, sino sobre todo políticas. Y las políticas han de manifestar qué sentido tiene para ellas el dinero, el progreso, la riqueza en general. En definitiva, que digan qué tiene la prioridad, si la productividad o la igualdad social: que reconozcan las razones por las que se opta por uno u otro de estos extremos.

— Las leyes educativas han de basarse en principios fundamentales, no solo sobre los medios, sino ante sobre el sentido de la misma educación, el derecho fundamental a ejercerla, el papel subsidiario del Estado, el modelo de humanidad que se desea transmitir a las nuevas generaciones, etc.

— Las reformas sanitarias han de fundarse sobre el deber (derecho) del poder político, al que se le han de pedir responsabilidades y reconocer sus logros, o hay que contar con una especie de responsabilidad compartida…

Así podemos repasar todos los aspectos básicos de una auténtica reforma social. Se ve que todos y cada uno de ellos hay cimientos que hemos de revisar. En una democracia constantemente se ha de hablar de ello. Aquí la fe cristiana quiere tener su voz: la Doctrina Social de la Iglesia, o aplicación del Evangelio de Jesucristo a la vida social, no tendría sentido si no fuera nuestra orientación y guía.