Fecha: 8 de marzo de 2020

El Papa ha escrito un Mensaje para la Cuaresma 2020, que titula con las palabras de S. Pablo: «¡En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios!” (2Co 5,20). Nos recuerda que la Cuaresma es un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana y que nos debe contagiar su dinamismo espiritual. Aporta 4 reflexiones:

  1. El Misterio pascual, es el fundamento de la conversión. La Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús, el kerygma, resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo» (Exh Ap. Christus Vivit, 117). Y nos pide que miremos los brazos abiertos de Cristo crucificado y que nos dejemos salvar una y otra vez. Y cuando nos acerquemos a confesar nuestros pecados, creamos firmemente en su misericordia que nos libra de la culpa (cf. Ch.V. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.
  2. Urge que nos convirtamos. La experiencia de la misericordia es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). La oración es importante en el tiempo cuaresmal; nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. Somos amados sin merecerlo. En este tiempo favorable, cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más conseguiremos experimentar su misericordia gratuita para con nosotros. No somos nosotros los que decidimos el tiempo y la manera de nuestra conversión a Dios, sino al contrario. ¡Dejémonos reconciliar por Dios!
  3. La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos. Esta voluntad amorosa es una nueva oportunidad que sacude nuestro letargo. Siempre está viva la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros, hasta el punto de hacer recaer sobre su Hijo todos nuestros pecados. El diálogo que Dios quiere establecer con toda persona no es algo mundano o una curiosidad sino que da vida.
  4. La riqueza es para compartir, no para acumularla sólo para sí mismo. Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa, dice el Papa, «sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes, del tráfico de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de beneficios, que es una forma de idolatría». Es necesario acordarse de que debemos compartir nuestros bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad nos hace más humanos, mientras que acumular conlleva el riesgo de ensuciarse, ya que nos cierra en el egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía. Es urgente diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cf. Pío XI, Discurso 18.12.1927). También lo será ocuparse de la economía con este mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas.