Fecha: 17 de marzo de 2024

Éste es el lema para el Día del Seminario de este año. Fácilmente entendemos que ésta es una oración, un grito, que sale del corazón de la Iglesia ante una necesidad urgente, la necesidad de sacerdotes, pastores buenos que nos hagan presente el amor de Dios con la predicación de la palabra, la administración de los sacramentos y su guía como pastores, a imagen y semejanza del Bon Pastor.

Fue el mismo Señor Jesús quien, ante la inmensidad de la misión que se les presentaba, propuso a sus discípulos pedir por esta intención. Y ahora, en el momento presente, hemos de reconocer que la necesidad sigue siendo la misma y por eso la oración debe ser también la misma: “La cosecha es abundante, pero los segadores son pocos. Rogad, pues, al dueño de los sembrados que mande más segadores” (Lc. 10, 1-12).

Quizás nos habíamos acostumbrado a tener siempre sacerdotes cerca de nosotros y nos parecía que había muchos. Pero la sociedad, el mundo, ha experimentado cambios profundos y necesitamos muchos más pastores que en otros tiempos, y debemos pedirlos con fe y esperanza. Somos todos los que formamos parte de la familia de la Iglesia, todos, laicos, familias, consagrados, diáconos, presbíteros y obispo los que debemos sentirnos responsables de esta necesidad y de esta oración.

Porque, ¿de verdad nos sentimos realmente implicados en esta necesidad, de verdad nos sentimos con el deber de hacer nuestra esta oración? Todos, insisto, desde los más pequeños hasta las personas mayores debemos unirnos en un clamor al Señor de los sembrados para pedir esta lluvia de gracias que son cada uno de los que están llamados a dar una respuesta valiente, generosa y confiada a la vocación de dedicar toda la vida al Señor, al servicio del Reino de Dios y de los hermanos.

«Padre, envíanos pastores» le pedimos, pero habría que añadir «pastores santos», porque los frutos del ministerio sacerdotal sólo los podremos recibir en la medida de su unión con Jesucristo, el único y eterno sacerdote, para poder ser verdaderos transmisores de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.

Roguemos, pues, al Padre celestial que aunque quizá no lo merecemos nos dé los pastores que necesitamos nosotros y nuestras comunidades cristianas. Y que nosotros sepamos acogerlos, ayudarles, valorarlos y agradecer a Dios y a ellos también todas las gracias que nos llegan a través de su vida entregada con generosidad. Que María, Madre de Jesús sacerdote y Madre de los sacerdotes, nos obtenga la gracia de ese tan grande y precioso don que necesitamos.