Fecha: 17 de enero de 2021

Mañana comienza la Semana de Oración por la Unidad de Cristianos, que este año ha sido preparada por la Comunidad Monástica de Grandchamp (Suiza). El tema escogido, «Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia», se inspira en el texto de san Juan 15, 1-17, y refleja la vocación a la oración, a la reconciliación y a la unidad de la Iglesia y de toda la familia humana, que es característica de esta comunidad monástica. Estas palabras de Jesús a sus discípulos fueron pronunciadas en el contexto de su despedida y a modo de testamento. En ese marco incomparable, la unidad de los discípulos prefigura la unidad que desea para su Iglesia. Jesús les anuncia que nunca los dejará solos, y que si permanecen unidos a él como el sarmiento a la vid, darán un fruto abundante (cf. Jn 15, 5-9).

La unidad de la Iglesia no es fruto de nuestras planificaciones y consensos, o de los acuerdos que podamos lograr entre confesiones cristianas, aunque ciertamente esta búsqueda de acuerdos es necesaria para acercarnos a la unidad que Cristo quiere para su Iglesia. Para que estos compromisos sean eficaces y produzcan fruto es necesario que sean vividos y alcanzados por sus protagonistas como lo que de verdad son, como obra del Espíritu Santo. De ahí que el ecumenismo espiritual tenga tanta importancia y deba ser valorado como verdadero fundamento del trabajo ecuménico que llevamos a cabo los cristianos de unas y otras confesiones para lograr la unidad.

Así lo entendieron y lo propusieron los grandes pioneros del ecumenismo. Así ha sucedido con la comunidad ecuménica de hermanas del monasterio suizo de Grandchamp, que siendo protestante en sus orígenes, actualmente cuenta con unas cincuenta hermanas, de diferentes generaciones, de diferentes tradiciones eclesiales y de diferentes países y continentes. Las primeras hermanas experimentaron el dolor de la división entre las Iglesias cristianas y se sintieron llamadas a esta tarea. En su camino, la amistad con el sacerdote católico Paul Couturier, pionero de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, fue una gran ayuda, así como el hermano Roger Schutz (1925-2005), prior de la comunidad religiosa ecuménica de Taizé.

El fruto del trabajo por la unidad está vinculado a la fe en Cristo y a la permanencia en él: «El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer» (Jn 15, 5). La comunión con Cristo exige la comunión con los demás. Leyendo los materiales de este año, he encontrado un texto de Doroteo de Gaza, un monje de la Palestina del siglo VI, que lo expresa de esta  manera: «Suponed un círculo trazado sobre la tierra, es decir, una línea redonda dibujada con un compás en torno a un centro. Imaginaos que el círculo es el mundo, el centro Dios, y los radios los diferentes caminos o maneras de vivir que tienen los hombres. En la medida en que los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia el centro del círculo, y van penetrando en su interior, entonces se van acercando también los unos a los otros. Y en la medida en que se van acercando unos a otros, se acercan simultáneamente a Dios. Y comprenderéis que lo mismo ocurre en sentido contrario, cuando nos alejamos de Dios y nos retiramos hacia afuera. Es obvio que cuanto más nos separamos de Dios, más nos alejamos los unos de los otros, y que cuanto más nos separamos los unos de los otros, más nos alejamos de Dios». Una imagen que recuerdo utilizaba a menudo el Cardenal Ricard M. Carles, arzobispo de Barcelona, al hablar de la unidad de la Iglesia y de las confesiones cristianas. Que este ejemplo nos ayude a avanzar hacia la unidad deseada por el Señor a partir de nuestra unión con Él.