Fecha: 13 de febrero de 2022

Las noticias de los últimos días son esperanzadoras en cuanto al paro en nuestro país, que baja y se vislumbran tiempos mejores. Ya nos convenía recibir una noticia esperanzadora. La pandemia ha destruido o precarizado muchos trabajos, a la vez que nos ha obligado a todos a mejorar técnicamente. Se han incrementado el número de contratos, pero debería revisarse si todos son aceptables, decentes y dignos.

El Papa Francisco acaba de recordar la dramática situación de quienes no encuentran trabajo y la falta de dignidad de algunos trabajos. Tengamos presentes a los que trabajan en negro, que reciben “el sueldo de contrabando, a escondidas, sin la jubilación”, dice el Papa. Jesús tuvo un oficio bastante duro, relacionado con la madera, la piedra y el hierro. “El hijo del carpintero” se solidarizó con todos los trabajadores del mundo, y de manera particular con aquellos que realizan trabajos duros en las minas y en ciertas fábricas; con aquellos que son explotados con trabajos en negro; con las víctimas de accidentes de trabajo; con los niños obligados a trabajar y con los que hurgan en los vertederos, en busca de algo útil para intercambiar”. Y ha pedido que consideráramos la situación de quienes se ganan la vida así, con trabajos que no reconocen su dignidad, y en quienes están sin trabajo, que lo buscan y no lo encuentran. Es una herida en su dignidad. “Algunos han perdido toda esperanza y deseo de vida. En estos tiempos de pandemia muchas personas han perdido su trabajo y algunos, aplastados por un peso insoportable, han llegado a quitarse la vida”. Son los «descartados» de la sociedad activa.

Hace unos meses, el Papa animaba a trabajar por un modelo de economía alternativa al consumismo, que produce residuos. “La participación, la fraternidad, la gratuidad y la sostenibilidad son los pilares sobre los que fundar una economía “diferente”. Es un sueño que requiere audacia, porque son los audaces quienes cambian el mundo y lo hacen mejor. No es voluntarismo, es fe; porque la verdadera novedad viene siempre de la mano de Dios”. Ganarse el pan, da dignidad y al mismo tiempo es camino de santificación, ya que “no sólo sirve para conseguir el apoyo adecuado: el trabajo es también un lugar donde nos expresamos, nos sentimos útiles, y aprendemos la lección de lo concreto, que ayuda a que la vida espiritual no se convierta en espiritualismo”. Preguntémonos: ¿cómo vivimos nuestra dimensión laboral y profesional, con qué espíritu hacemos nuestro trabajo cotidiano? ¿Cómo afrontamos el esfuerzo y el sacrificio? ¿Vemos nuestra actividad unida sólo a nuestro destino o también al destino de los demás? La propuesta del Papa es que el trabajo sea rescatado de la lógica del mero beneficio y pueda ser vivido como derecho y como deber fundamental de la persona, que expresa e incrementa su dignidad.

Y recordaba a los jóvenes que la evangelización «pasa también por el cuidado del trabajo» y por la reanudación después de la crisis generada por la pandemia. Debemos tener el valor de «soñar juntos», para seguir siendo «signos de esperanza» de una nueva forma de trabajar. Hay que animar, habitar, apasionar y acompañar, para que sean los propios jóvenes, quienes animados por el Espíritu de Cristo, ayuden a las personas a ponerse en marcha y a comprometerse en la vida, en la familia, en la Iglesia y en la sociedad.