Fecha: 16 de abril de 2023

Intentamos adoptar la actitud interior que pide la contemplación de un icono y dejamos que el espíritu despierte en nosotros una oración personal arraigada en la vida.

La escena es bien conocida. Aparece narrada por los cuatro evangelios, aunque con diferencias. Dice San Marcos:

Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para perfumar el cuerpo de Jesús. Y el primer día de la semana fueron al sepulcro muy temprano, apenas salido el sol… Al entrar en el sepulcro vieron, sentado al lado derecho, a un joven vestido con una túnica blanca. Las mujeres se asustaron, pero él les dijo: –No os asustéis. Estáis buscando a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron. Id y decid a sus discípulos y a Pedro: ‘Él va a ir a Galilea antes que vosotros. Allí le veréis, tal como os dijo.

Desde el primer momento los discípulos de Jesús hemos considerado que el domingo, primero de la semana, es el día del Señor, el día de la Resurrección.

La mujeres llevan perfumes, que habían comprado para perfumar (¿ungir?) el cuerpo de Jesús. Esta es una auténtica y bella oración. Todo lo que nazca del afecto sincero y manifieste amor gratuito hacia Jesús es verdadera oración e incluso ofrenda a Él. Quizá fue el amor que brotaba de una fe incipiente.

El sepulcro está vacío, solo contiene el sudario plegado con el que se había amortajado Jesús. Ver el sepulcro vacío no es más que motivo de inquietud, es un interrogante. Por eso era preciso que un ángel anunciador diera razón de lo acontecido, la gran noticia de la Resurrección de Jesús. Así mismo hoy, como siempre, los signos e interrogantes han de estar acompañados por un enviado, un evangelizador que nos diga: ¡no temáis, ha resucitado… mirad el lugar donde lo pusieron!

Lo que encuentran las mujeres en la tumba es el sudario plegado, tal como aparece en iconos semejantes. Este sudario ha sugerido en muchos autores espirituales la representación de una crisálida. El Espíritu estimula la imaginación con genialidades. Forma parte de la tradición espiritual explicar el acontecimiento de la Resurrección de Jesús poniendo el ejemplo del admirable proceso de transformación que se da en el paso de crisálida a mariposa: un mismo ser vivo que pasa de estar encerrado en un caparazón a liberarse llegando a ser un ser encantador por su belleza y su capacidad de volar. Así, dicen, Cristo resucitado… Y así también todos los que resucitamos con Él.

Pero el ángel evangelizador, además de anunciar la Resurrección para que crean y superen así el temor, les invita a anunciar, ellas mismas, la noticia. Entonces, aquellas mujeres que llevaban perfumes para el cuerpo sin vida de Cristo (en griego se denominan “miróforas”, portadoras de perfume) siguen ofreciendo sus oraciones a Cristo vivo… y comunicando “el buen olor de Cristo” a todos los hombres.

Somos nosotros el incienso perfumado que se ofrece a Cristo (2Co 2,15), como lo fue Jesús ofreciéndose al Padre (Ef 5,2) y todo gesto de ayuda y de amor fraterno viene a ser un sacrificio de olor agradable a Dios (Fil 4,18). Evangelizar es iluminar, pero también “perfumar el mundo” contagiando el suave olor de Cristo.