Fecha: 18 de septiembre de 2022

Diversas circunstancias han motivado que hablemos aquí de la Iglesia y, más concretamente, de nuestra iglesia diocesana, la Iglesia más cercana y concreta.

La participación diocesana en el Sínodo Universal es una de esas ocasiones en que hemos de reflexionar y reavivar el sano sentido de pertenencia a la Iglesia.

Poseer un sano sentido de Iglesia es algo indispensable para nuestra fe, ya que Jesucristo no nos salvó individualmente, sino social y comunitariamente.

¿Qué significa “tener sentido de Iglesia”?

La Iglesia, como sabemos, no se define como una gran organización internacional, que profesa unas ideas determinadas o pretenda implantar una ideología, con una jerarquización perfecta… Alguien ha dicho que la Iglesia de Cristo no se puede definir. Para alejarse de esas concepciones “organizativas internacionales”, en el concilio Vaticano II se halló una expresión feliz: “La Iglesia universal subsiste en las iglesias particulares”. Por iglesias particulares se entienden las diócesis. No es fácil explicar qué significa eso. Basta con decir que cada uno de nosotros vive todo el misterio de la Iglesia en su propia diócesis y que la Iglesia no es una suma de organismos parciales…

La Diócesis es la Iglesia cercana y concreta, la realidad más próxima del Pueblo de Dios, de la presencia del Espíritu viviente en la comunión de hermanos.

Es conocido aquel paso que señalan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en la Cuarta Semana. Suele titularse “Reglas para sentir con la Iglesia”. Este título sugiere que San Ignacio proponía unas reglas para obedecer lo que manda la Iglesia, con docilidad interna y total. Pero el título que él puso fue este: “Para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener, se guarden las reglas siguientes”. Los especialistas estudian qué quiere decir eso de “sentido verdadero”. Pero se impone otra expresión que seguramente es más acertada: Reglas para “sentir la Iglesia”.

Sentir la Iglesia es mucho más que saber de ella, en teoría o en la realidad, más incluso que profesar la fe en ella como hacemos en el Credo, o que lleguemos a colaborar con ella en alguna obra… Sentir la Iglesia es algo mucho más íntimo y personal; es verse a sí mismo inmerso en la vida de la Iglesia.

Por lo que hemos dicho, aquí hemos de hablar de “sentir la Diócesis”.

Sentir la Diócesis significa:

–       Que experimento personalmente su vida. Lo que ella vive me afecta y lo que yo vivo como cristiano le afecta igualmente.

–       La Diócesis no es para mí algo externo, que observo, de lo que estoy ocasionalmente informado, que juzgo y opino sin más.

–       Que la Diócesis forma parte de mi “identidad cristiana”, de manera que cuando me veo discípulo de Cristo, no puedo olvidar que lo soy perteneciendo al Pueblo que Él “se escogió como heredad” y que veo cercano y concreto.

Desde que nuestra Diócesis nació teníamos como objetivo lograr el sentido de pertenencia diocesana. Ya sabíamos que esa pertenencia no puede ser teórica e “impuesta” sin más. En nuestras aportaciones al Sínodo decimos que necesitamos más información y comunicación interna. Pero ni siquiera eso es suficiente. Es una virtud que hay que adquirir con la experiencia y que hay que pedir al Espíritu como don de la fe.