Fecha: 17 de septiembre de 2023
Queridos diocesanos, amigos y amigas de la diócesis de Tortosa: ya hace una semana que, el pasado sábado, 9 de septiembre, celebré por primera vez la eucaristía en la Catedral con motivo del inicio de mi ministerio episcopal. Y desde aquel día aquí me tenéis, con mucha ilusión. Gracias por vuestra amable acogida, que hace que desde el primer minuto haya experimentado un gran gozo: la alegría de saber que estoy en casa, con vosotros, hermano entre hermanos, «cristiano con vosotros y obispo para vosotros» como decía san Agustín.
Deseo conoceros, escucharos, hacer míos vuestros gozos y esperanzas, tristezas y angustias, adentrarme en vuestra historia, contemplando con mirada de fe el paso de Dios por vuestras vidas, su buena huella en esta tierra de santos y beatos, con la intercesión de los cuales somos nuevamente llamados a irradiar la alegría del Evangelio.
Y ahora os hago una confidencia. Cuando hace seis años tuve que buscar un lema episcopal, de golpe escogí el siguiente: Servid al Señor con alegría (Salmo 99,2). Y consideré que aquel servicio para el cual me llamaba el Señor no era solo un llamamiento para mí, para servirlo únicamente yo a Él, sino que deseé que se convirtiera en un lema eclesial, comunitario, sinodal, de fe compartida, de servicio gozoso compartido. En efecto, la antífona dice «servid», no dice «sirve». Dice «servid», todos y todas, fraternalmente, yo con vosotros, y vosotros conmigo, siempre muy unidos sirviendo al Señor, especialmente en sus predilectos: los enfermos, los débiles y agotados por cualquier circunstancia, los pobres y necesitados. Y vivámoslo «con alegría». Una alegría que no es fruto únicamente de unas circunstancias favorables o de un talante propio de quienes son optimistas de por sí. Es la alegría que, como nos recuerda Jesús en el Evangelio, «nadie os la quitará» (Juan 16,23), la joya que nace de vivir en el amor del Padre, el gozo que nace del corazón de quien alaba al Señor porque vive la alegría de ser suyo, todo suyo.
En esta querida diócesis tortosina, le pido al Señor su gracia para que pueda ser buen discípulo suyo, humilde apóstol suyo, conociendo a cada presbítero, cada diácono, cada seminarista, cada laico y laica comprometido, cada persona consagrada; acercándome a los niños, jóvenes, adultos y ancianos de cada comunidad cristiana, a todas las personas y, de manera especial, a quienes sufren; aprendiendo mucho de cada uno de vosotros; colaborando también con las instituciones y con toda persona de buena voluntad, sea cual sea su credo o ideología; tratando a las autoridades con respeto por su compromiso en el servicio al bien común, trabajando por el bien de todo el mundo; y en todo y por todo acompañándoos con mi afecto y plegaria.
Estimados diocesanos, amigos y amigas, el pasado sábado en la Catedral de Tortosa rezamos mientras cantábamos precisamente el segundo versículo del salmo 99: Servid al Señor con alegría. Os animo mucho a vivir juntos, vosotros y yo, éste mi lema episcopal rogando por intercesión de quien mejor sirvió con gozo al Señor, la Virgen María, bajo la advocación de la Cinta, patrona principal de la ciudad de Tortosa. Cantamos, pues, juntos a una sola voz: Fills de la terra tortosina cantem a nostra Cinta, himnes d’amor. És la Cinta nostra Reina, nostra Mare, nostre Tresor. Veniu tortosins. La Cinta mo’l demana, donem-li’l cor. Estimem-la, adorem-la, jurem defensar-la hasta la mort. Cridem sempre a veu plena: Nostra Cinta, sobretot! Nostre Cinta, sobretot!