Fecha: 17 de gener de 2021

Estas palabras del Señor en el discurso de despedida, que el evangelista san Juan nos ha trasmitido, inspirarán la oración de millones de cristianos de todas las iglesias y confesiones durante el octavario de oración por la unidad de los cristianos, que cada año celebramos entre los días 18 y 25 del mes de enero. A lo largo de estos días escucharemos distintas palabras del Señor que nos centrarán en las actitudes espirituales que nos permiten crecer en el amor. Él nos ha elegido para que estemos con Él como Él está en nosotros y para ofrecernos su amistad; su amor es el criterio y la medida del amor que debe reinar entre nosotros; es su palabra la que limpia, transforma el corazón y lo capacita para amar; la vida que Cristo, que es la vid, nos comunica a nosotros, que somos los sarmientos, se manifiesta en el fruto que Él espera y que no es otro que el amor. Si nos mantenemos unidos a Él crecerá el testimonio del amor y de la solidaridad con todos los hombres. Y esto nos llevará a una alegría plena.

En estas palabras se nos traza un auténtico camino para el ecumenismo. Es escuchando juntos la Palabra y sintiéndonos discípulos de Jesucristo, como superaremos los prejuicios surgidos después de siglos de divisiones, y creceremos en conocimiento y estima los unos por los otros. Ciertamente esta estima mutua no es la realización plena de la unidad, pero sí una condición necesaria para ella, y para que los diálogos teológicos y doctrinales, que deben estar guiados por el deseo de llegar a interpretar la Palabra de Dios con el mismo Espíritu con el que fue escrita, nos vayan conduciendo a una unidad cada vez más visible.

Durante estos días estamos llamados a reconocer que, si bien la plena unidad querida por Cristo para todos sus discípulos todavía no es una realidad, compartimos muchos de los medios queridos por el Señor para que su salvación llegue a todos los hombres, trasforme su corazón y el Reino de Dios se haga presente entre nosotros: la Palabra de Dios que juntos escuchamos y que constantemente nos llama a la conversión; el sacramento del Bautismo por el que somos incorporados a Cristo; la vocación de servicio a los más pobres y necesitados de nuestro mundo… Realidades que hacen posible que los bienes de la gracia y la salvación se encuentren en cristianos de todas las iglesias y confesiones. En todas hay auténticos frutos de vida cristiana. Juntos nos hemos de alegrar por el don inmenso que compartimos: haber conocido a Cristo y amarle; y nos animamos unos a otros a permanecer en su amor.

Esta semana es, ante todo, de oración, porque la unidad que todos deseamos no es obra humana, sino un don de Dios. La oración no es algo a lo que acudimos porque no encontramos los caminos que nos llevan a la unidad, sino que constituye el camino indicado por Cristo para alcanzarla. Él mismo la pidió al Padre durante la última cena. Por eso cuando oramos compartimos sus mismos sentimientos, nos unimos a su plegaria y la hacemos nuestra. La fe que nos une a Jesucristo nos lleva a unirnos también a su oración. Si además de escuchar juntos su Palabra, compartimos sus sentimientos y oración, la unión entre nosotros se hará más fuerte.

Con mi bendición y afecto.