Fecha: 28 de junio de 2020

La crisis del coronavirus nos pone a prueba como individuos y como sociedad. Aunque hemos vuelto a la «nueva normalidad», no dejamos de experimentar ante el futuro un cierto miedo e incertidumbre. Además, cuando parece que la pandemia está bajo control, se producen rebrotes que hacen saltar las alarmas y vuelven a generar temor y ansiedad. En estos momentos es muy importante la capacidad de adaptación y resiliencia de la que ha hecho siempre gala el ser humano para superar las adversidades y, además, salir fortalecido.

San Pablo nos ofrece un texto muy iluminador en la carta que escribe a los cristianos de la ciudad de Filipos mientras se encuentra en la cárcel, posiblemente en Roma, sintiendo ya próxima su muerte. Agradece a aquella comunidad la ayuda que le ha procurado en diversas ocasiones, y lo hace con un mensaje muy profundo. Dice así: «Aunque ando escaso de recursos, no lo digo por eso; yo he aprendido a bastarme con lo que tengo. Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy avezado en todo y para todo: a la hartura y al hambre, a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Flp 4, 11-13).

El texto habla de su total disponibilidad y adaptación a las distintas circunstancias que le han tocado vivir. No lo hace por puro autocontrol, al estilo de los filósofos estoicos de su época, sino para predicar el evangelio. Es un buen ejemplo de cómo el cristiano no debe instalarse en la comodidad, no debe acomodarse en una forma determinada de vida, ni tampoco despistarse con los encantos del camino, o paralizarse ante las dificultades, que también se harán presentes.

La clave del texto está en el versículo 13: «Todo lo puedo en aquel que me conforta». Y esto se aplica en todos los lugares, en cualquier momento, en todos los sentidos, ya sea para vivir con poco o para no dejarse deslumbrar por lo mucho. Lo importante es la presencia de Cristo, que conforta y ayuda; por eso es preciso poner el punto de apoyo en Él, no en una forma determinada de vida como si esa forma fuera decisiva por sí misma.

En los momentos de desgracias y reconstrucción es bueno recuperar el concepto de resiliencia. Se refiere a la capacidad de las personas para sobreponerse a los contratiempos, para hacer frente a las adversidades de la vida, adaptarse, superarlas e, incluso, salir fortalecidos. No solo es resistir ante las dificultades, sino tomar un nuevo impulso para llegar a ser mejores y más fuertes. La resiliencia se compone de resistencia ante la adversidad y de capacidad para forjar un comportamiento vital positivo.

Desde el ámbito de la psicología los expertos hacen diversas recomendaciones para potenciar la resiliencia: establecer relaciones sólidas, evitar ver los problemas como obstáculos insuperables, aceptar que el cambio forma parte de la vida, poner metas y avanzar hacia ellas, llevar a cabo acciones decisivas, no perder nunca la esperanza, cultivar una visión positiva de sí mismo y cuidarse, ensanchar el horizonte vital para relativizar las causas del dolor, etc.

El creyente, por encima de todo, construye y reconstruye su vida sobre el cimiento de Cristo, desde la fe, la esperanza, y el amor, desde la voluntad de trabajar por un futuro mejor. Ahora estamos viviendo un momento especialmente doloroso a causa de la crisis sanitaria y económica, que deja muchas personas y familias en una situación precaria. Que no nos falte, pues, la firmeza para superar las dificultades, la capacidad de adaptación a las nuevas situaciones, y la confianza en el Señor, porque sabemos que con Él seremos capaces de superar todas las pruebas por difíciles que parezcan.