Fecha: 16 de junio de 2024
El Señor nos invita a sentarnos a la mesa con Él, a la mesa de la comida del amor, a la mesa de la eucaristía. En torno a ella es donde llegamos a tener en nosotros lo que el Papa Benedicto XVI denominó como “la forma eucarística de la vida cristiana” (Sacramentum caritatis 70, 71 y 83). En efecto, “la eucaristía transforma en vida aquello que ella significa en la celebración” (ibídem 89).
Aun así, para lograr esta “coherencia eucarística” en nuestras vidas, nos damos cuenta de que debemos tener una experiencia profunda de gustar qué bueno es el Señor, una experiencia propia de aquel que se ha tragado -es decir, ha “comulgado con”- el anuncio gozoso proclamado y vivido por Cristo.
En nuestro vocabulario nos es familiar decir: “esto no me lo trago”, “este disgusto todavía no lo he acabado de digerir, de tragar.” Quizás nos es demasiado fácil comulgar cada vez que celebramos la eucaristía, tragarnos el pan consagrado y después volver a nuestro lugar con recogimiento y en silencio a la vez que damos gracias al Señor lo mejor que podemos. Pero, de vez en cuando, me atrevo a sugerir, que podríamos cambiar la expresión “comulgar” por la de “tragarnos a Jesucristo” para ser más conscientes de lo que significa “comulgar” con su mentalidad, preferencias, opciones, estilo de vida, su manera de vivir, pensar y actuar.
Un día, por ejemplo, podríamos abrir el Evangelio por donde fuera y cuando leyéramos “el primero entre vosotros será vuestro servidor” (Mt 23,11), o bien “no te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,22), o bien “no atesoréis para vosotros tesoros en la tierra” (Mt 6,19)… entonces tendríamos que hacer el gesto interior de “comulgar” con esto, de tragarnos este mensaje, de desear crecer en afinidad con Jesucristo.
Vivamos este deseo en todas nuestras celebraciones eucarísticas, muy unidos a Jesús, el Señor. Comulguemos y traguémonos el mensaje del Señor, que nos invita a sentarnos a la mesa con Él.