Fecha: 17 de octubre de 2021
El pasado 2 de julio participé en el congreso organizado en Córdoba con motivo del 75 aniversario de la proclamación de san Juan de Ávila como patrono del clero de España. San Juan de Ávila es un santo que está aún por descubrir. Es por ello que este congreso fue una oportunidad para acercarnos con entusiasmo a la vida y a la obra de este apóstol, amigo y acompañante espiritual de los pobres.
Juan de Ávila nació en el año 1500 en Almodóvar del Campo, Ciudad Real. Su familia era profundamente cristiana. Estudió Derecho en la Universidad de Salamanca y Teología en la Universidad de Alcalá. Fue ordenado sacerdote en 1526. Cuenta su principal biógrafo, Fray Luis de Granada, que un día, después de la celebración de su primera misa, Juan de Ávila invitó a doce pobres a los cuales lavó los pies, invitó a comer y repartió todos sus bienes. El cuidado y la atención a los pobres fue siempre el objetivo de su vida y misión, un objetivo que también está muy presente en nuestro plan pastoral, especialmente en este curso, cuyo eje principal han sido los pobres.
San Juan de Ávila es, ante todo, un apóstol de la Sagrada Escritura. Para él la Biblia es «la casa de Dios». Animaba a todo el mundo a entrar en ella para conocer a Jesús, amarlo y seguir sus huellas. Ojalá que el ejemplo de este santo nos anime a alimentarnos de la Palabra de Dios, a orar con ella y a ponerla en práctica en nuestra vida.
Juan de Ávila fue un buen acompañante espiritual que ayudó a muchas personas a avanzar en la vida espiritual y a discernir lo que Dios esperaba de ellas. Dicen sus biógrafos que sus palabras eran como saetas encendidas que salían de un corazón ardiente que encendían también el corazón de los demás. Su manera de acompañar puede ayudarnos a trabajar el discernimiento, que precisamente es el objetivo del Plan Pastoral Diocesano que trabajaremos durante este curso, a partir del Adviento.
San Juan de Ávila llevó una vida austera y pobre. Se sentía seguidor de Jesucristo que vivía humildemente y no tenía donde reclinar la cabeza (cf. Mt 8, 20). Fue un sacerdote pobre, amigo de los pobres. Denunció muchas veces la desigualdad social que existía en su época. Solía decir que si llamábamos Padre a Dios es porque todos somos hermanos. Y no era de buenos hermanos, decía el santo, que unos tuvieran tanto y otros murieran de hambre.
La celebración de la Eucaristía era el momento más importante del día para san Juan de Ávila. Dedicaba mucho tiempo a preparar las celebraciones y a dar gracias cuando terminaban. Y es que, para él, la vida transcurría de Eucaristía en Eucaristía hasta el encuentro definitivo con el Padre. Es por ello que decía a menudo: «Al Señor recibí, a su mesa me siento, mañana estaré con Él». Aprendamos como él, a hacer de la Eucaristía el eje de nuestra vida.
Juan de Ávila falleció en 1569. El epitafio de su sepulcro refleja claramente cuál fue su misión: messor eram (fui segador). Pidamos al Señor que envíe a nuestro mundo más segadores que, como él, patrón del clero español, estén enamorados de Dios y sean amigos de los pobres.