Fecha: 6 de septiembre de 2020

Estimados y estimadas.

«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría». Así comienza el papa Francisco su Exhortación Evangeliigaudium. Para poder vivirlo, es necesario redescubrir qué se nos ofrece, qué creemos, quécelebramos, quévivimos, qué ofrecemos y qué se nos pide. De ahí la necesidad constante de empezar de nuevo, de formación, de reflexión, de oración, de comprensión. Esta vivencia y esta formación deben llevar al testimonio: cuando los cristianos somos capaces de presentarnos ante el mundo con la única arma del Evangelio de Jesús en las manos, entonces nos convertimos en creíbles. El Evangelio es nuestro tesoro y alegría. El Evangelio habla por sí mismo, no necesita añadidos, y tan solo pueden distorsionarlo nuestras carencias o nuestro poco coraje. Porque el Evangelio salva el mundo del pecado, del vacío, del desajuste interior, de la tristeza de sentirse náufrago.

Con ánimo renovado empezamos un nuevo curso. No sabemos exactamente cómo lo llevaremos a cabo, sobre todo por la incertidumbre y la grave crisis a causa de la pandemia. En el marco de nuestra Iglesia que peregrina en Tarragona, después de reorganizar las delegaciones diocesanas y los secretariados con los nuevos nombramientos, convendrá cuanto antes renovar el Consejo Presbiteral y crear el Consejo Pastoral Diocesano. Deberemos reflexionar sobre las relaciones de ambos consejos, a fin de que cada uno pueda cumplir su misión eficazmente y sin minimizar la importancia del otro. Será un trabajo que tendremos que hacer con apertura, con amor a la Iglesia y, yo diría, con la ilusión de quien instaura una nueva etapa de la Iglesia diocesana. No olvidemos que el hecho de trabajar juntos ya es evangelizador. Estamos dando más protagonismo a los laicos. De las doce delegaciones diocesanas, la mitad serán dirigidas por ellos; una por una religiosa; y el resto por sacerdotes. Habríamos querido aún más protagonismo de los laicos en alguna otra delegación, pero no ha sido posible. Conviene priorizar la tarea de los sacerdotes como acompañantes espirituales y consiliarios. En este marco, tendremos que trabajar también las actitudes espirituales que señalamos en nuestra Exhortación Pastoral de la pasada cuaresma, a la luz del Concilio Provincial Tarraconense. Entonces, serán los consejos mencionados coordinados con los consejos arciprestales, quienes nos deberán ir diciendo cuáles son las prioridades que necesita nuestra Iglesia.

En el inicio del nuevo curso, también quiero hacer un llamamiento a la formación. Sobre todo a través de nuestro Instituto Superior de Ciencias Religiosas SantFructuós que, en breve, cumplirá veinticinco años y que queremos potenciar adecuadamente. Podéis inscribiros en una materia, en varias o en todas, sea para el título o, simplemente, como oyentes. El Instituto tiene en cuenta la Covid-19 y estará preparado por si se tuvieran que hacer las clases telemáticamente. Se nos ofrece una seria propuesta de formación. Pido que os intereséis por estos cursos y que os propongáis seriamente la participación en los mismos. Como decía en la Exhortación pastoral mencionada, «que el Espíritu rejuvenezca nuestra Iglesia de Tarragona, por medio de un laicado activo y comprometido, teológicamente bien formado».

Vuestro,