Fecha: 13 de septiembre de 2020

La llegada del mes de septiembre supone una vuelta a la normalidad. Después del periodo vacacional reiniciamos el trabajo, los estudiantes se preparan para comenzar el curso escolar y la diócesis, las parroquias y los grupos eclesiales comenzamos a organizar las actividades formativas y pastorales. Sin embargo, este año la situación es diferente: en muchas parroquias todavía se están celebrando las primeras comuniones o se van a celebrar durante las próximas semanas; las celebraciones del sacramento de la Confirmación se han aplazado en la mayoría de los casos; y la vida eclesial en su conjunto no se ha normalizado.

Vivimos todavía momentos de incertidumbre. Hemos de ser conscientes de que esta situación no afecta únicamente a la Iglesia, sino a toda la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en el sistema educativo o en la situación laboral en la que se encuentran muchas familias. En estos momentos nos sentimos solidarios de toda la sociedad, especialmente de los que más están sufriendo las consecuencias de esta pandemia que todavía no ha terminado.

A nivel diocesano hemos querido programar el curso con normalidad. Como otros años, hemos elaborado una agenda diocesana con las actividades celebrativas, formativas y pastorales dirigidas a todos los que estáis comprometidos en los distintos campos de la diócesis: catequistas, voluntarios de Cáritas, miembros de delegaciones diocesanas, de los movimientos laicales y asociaciones de fieles, sacerdotes, etc… También en las parroquias existe el deseo de comenzar el curso con normalidad, aunque con un cierto retraso en muchos casos debido a lo que queda pendiente del curso anterior.

Continuamos atentos a la evolución de la situación y a las indicaciones que nos vayan dando las autoridades sanitarias, actuando desde dos criterios: evitar convertirnos en transmisores de la enfermedad y, al mismo tiempo, hacer todo lo posible para mantener la vida eclesial para que nuestra fe se alimente en la escucha de la Palabra de Dios, en la celebración de los sacramentos, en las actividades formativas que nos ayudan a crecer espiritualmente y en el compromiso como cristianos. No podemos abandonar totalmente el cuidado de la fe, ni conformarnos con vivirla únicamente a través de los medios de comunicación social. Estos son una ayuda, pero no pueden sustituir el encuentro sacramental con el Señor y con la comunidad cristiana.

No olvidemos que el momento fundamental en el que se expresa y se alimenta la fe es la celebración de la Eucaristía. Por ello, los obispos de la Conferencia Episcopal Tarraconense hemos animado a los fieles a volver a la celebración eucarística dominical tomando todas las precauciones necesarias. Me parece que este criterio ha de inspirar también la programación de la catequesis en las parroquias: ante las posibles dificultades para un desarrollo normal de las reuniones, este puede ser un buen momento para convertir la celebración dominical de la Eucaristía en el espacio fundamental del proceso de iniciación a la vida cristiana y eclesial.