Fecha: 21 de abril de 2024

Estimadas y estimados, a finales de febrero, el papa Francisco nombró al abad del Monasterio de Poblet, Fray Octavi Vilà Mayo, como obispo de Girona. Y hoy, en este IV domingo de Pascua dedicado a Jesús como nuestro Buen Pastor, domingo dedicado también a rogar por las vocaciones, será ordenado obispo y tomará posesión canónica de la sede de San Félix y de San Narciso en una celebración que tendrá lugar en la Catedral de Girona.

Desde que tuve conocimiento de su nombramiento, me alegré muchísimo por varios motivos. En primer lugar, porque después de dos años sin obispo, finalmente esta estimada diócesis sufragánea de la sede tarraconense ha sido proveída del pastor que tanto necesitaba. Pero, en segundo lugar, también, porque el elegido es hijo de Tarragona, de nuestra Iglesia y, además, una persona de unas grandes cualidades humanas, intelectuales y eclesiales, que ha ejercido admirablemente el cargo de abad del cenobio más importante de nuestra archidiócesis. Nos congratulamos de corazón y pido a todos los diocesanos que rueguen por él, para que pueda ejercer saludablemente el ministerio encomendado y sea muy acogido en su nueva diócesis.

Fray Octavi se añade a la larga lista de obispos que han presidido la sede de san Narciso. Se conoce el nombre de más de ciento diez, el primero de los cuales es Frontiniano, que participó en el Concilio de la Tarraconense celebrado precisamente en Girona en 517. Además del diácono San Félix, que ―según la tradición― evangelizó Girona a finales del siglo III, los primeros indicios fehacientes de una comunidad cristiana en Girona los tenemos en los siete sarcófagos paleocristianos de la basílica de San Félix, y la primera mención documental como obispado consta en una carta del papa Inocencio I, del año 400. Girona tiene, por lo tanto, una larga historia de fe cristiana. Como toda la Tarraconense, ha sido antes cristiana que catalana.

La sucesión de los apóstoles continúa en nuestra tierra. Tal como afirma el Concilio Vaticano II, «los apóstoles […], no sólo tuvieron diversos colaboradores, sino que, porque la misión a ellos confiada se continuase después de su muerte, dejaron a modo de testamento a sus colaboradores inmediatos el encargo de acabar y consolidar la obra comenzada por ellos, encomendándoles que atendieran a toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo los había puesto para apacentar la Iglesia de Dios (cf. Hch 20,28)» (LG 20).

La Iglesia es un sacramento, un signo visible de la presencia salvadora de Jesucristo en el mundo. Tan solo esta es su razón de ser. Para garantizarlo cuenta con la asistencia del Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo. El obispo, en el ejercicio de su ministerio, pasa horas de todo tipo. También sufre muchísimo en las dificultades, como en cualquier empresa humana. Pero puedo decir que, sobre todo en las horas bajas, el Espíritu irrumpe en el corazón, no dando la solución a los problemas, que es trabajo de los hombres, sino comunicando su luz y fortaleza. Vienen a la memoria las palabras de Jesús a los apóstoles en la última cena: «yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad» (Jn 14,16).

Vuestro,