Fecha: 26 de julio de 2020

La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española tuvo la iniciativa de proponer a todas las diócesis el día 26 de julio la celebración de una Jornada por los afectados de la pandemia. Con este motivo celebraré hoy la Santa Misa a las 20h en la Catedral, y la ofrecemos por el eterno descanso de todos los difuntos y el consuelo y esperanza de sus familiares. Al mismo tiempo, daremos gracias por todo el trabajo y el sacrificio realizado por tantas personas durante este tiempo y rezaremos de una manera especial por los mayores; también pediremos al Señor que nos ayude a mantener la comunión y  a incrementar la solidaridad fraterna ante la crisis social y económica que se ha desencadenado.

Lo hacemos hoy que celebramos la festividad de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María, un día que dedicamos de una manera especial a las personas mayores, ya que son los patronos de los abuelos. A lo largo de estos meses hemos podido ver como los más afectados por el virus han sido precisamente los ancianos, que murieron en un gran número en hospitales, residencias, y también en sus domicilios. Además, las personas mayores han sufrido especialmente el drama de la soledad y de la distancia de sus seres queridos.

Cuando ya habíamos iniciado el periodo de la desescalada pude ir a visitar a una persona mayor en una residencia. Su salud iba empeorando y quise hacerle una visita. Pude estar con ella el suficiente tiempo y hablamos de la vida terrena, de la vida eterna, de la muerte, del encuentro definitivo con el Señor, que es la meta de nuestra peregrinación terrena y el Señor nos espera con los brazos abiertos. Nos despedimos, y su ánimo quedó sereno y lleno de paz interior.

Al día siguiente me avisaron que había fallecido. Las personas que la cuidaban dijeron que parecía como si hubiese estado esperando la visita del Sr. Obispo para morir en paz. La verdad es que hechos como este no dejan de impresionarme al cabo de los años. Ciertamente, es un regalo del Señor poder ayudar a una persona en la preparación inmediata de su encuentro con Él. Pero a mi mente vino el recuerdo de tantos otros que no habían podido despedirse de sus familiares, o que no habían podido recibir los sacramentos,  o que no habían tenido alguien cerca que rezara con ellos, que los cogiera de la mano.

En la celebración de la Eucaristía de hoy queremos recordar a todas las personas enfermas y fallecidas, mayoritariamente personas mayores, a causa del coronavirus. Queremos elevar una oración por el eterno descanso de todas ellas y expresar nuestro agradecimiento  por todo lo que de ellas hemos recibido. En nuestras familias y en nuestras comunidades cristianas nos lo han dado todo, tanto en los aspectos materiales, como en los espirituales, y se han sacrificado hasta el extremo. Ellos nos han dado la vida, los bienes materiales, la cultura, el amor. Ellos nos han transmitido la fe.

Esta Jornada también debe ayudarnos a ser conscientes de la importancia de nuestros mayores, que lejos de ser una carga, son un tesoro en nuestras comunidades cristianas, por su experiencia, por su sabiduría, por su oración. Son ejemplo vivo y referencia para los niños, jóvenes y adultos, auténticos agentes en la transmisión de la fe, los que enseñan a orar a los más pequeños en muchos hogares. Como subrayaba el papa Francisco, «hoy en día, en las sociedades secularizadas de muchos países, las generaciones actuales de padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana y la fe viva que los abuelos pueden transmitir a sus nietos. Son el eslabón indispensable para educar a los niños y los jóvenes en la fe».