Fecha: 3 de diciembre de 2023

Hoy comienza el Adviento, tiempo de preparación para la venida del Señor. Cuando nuestra vida nos dice que ya no podemos esperar nada nuevo, que estamos viviendo momentos complejos, con países en guerra, llega el Adviento y nos recuerda que cada día tenemos que permanecer abiertos a la novedad: ¡el Señor vendrá! Cuando nos dejamos vencer por el desencanto, llega el Adviento y con él el mensaje de la Palabra de Dios que nos hace reflexionar sobre cómo y con qué actitud esperamos al Señor en nuestra vida de cada día.

Hoy también iniciamos un nuevo Año Litúrgico. Cada año, cuando llega el primer domingo de Adviento, volvemos a abrir el Misal por la primera página. Y cada año durante el Adviento hacemos nuestra esta breve jaculatoria con la cual se cierra el libro del Apocalipsis: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22,20). Os invito a que la hagáis vuestra en estas semanas previas a la Navidad. Podemos decirla al iniciar la jornada, y repetirla a menudo, antes de las reuniones, del estudio, del trabajo y de las decisiones que tenemos que tomar, en los momentos más importantes y en las dificultades: “Ven, Señor Jesús”. Una oración breve, pero que nace del corazón.

Invoquemos al Señor, diciéndole: Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Eres la luz del mundo: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia ante la guerra y ante conflictos e injusticias.

Ven, Señor, a nuestra casa. No sabemos qué encontrarás en nuestros hogares. Tal vez compromisos vividos a medias, desazones, dudas sin respuesta, carencia de paz profunda y serena…

De hecho, nos pides por nuestra parte muy poco: acogida, cariño, manos abiertas. Y eres tú, Señor, quien nos trae gozo y paz.

En esta primera semana del Adviento queremos estar a punto para esperarte y recibirte con alegría. Ciertamente, nuestras perezas y nuestros miedos nos tienen dormidos. Pero, contando con tu gracia, con el don de tu venida, queremos mantenernos en vela, muy despiertos y atentos, porque nos traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera.

¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven Señor Jesús!