Fecha: 24 de diciembre de 2023

Estimadas y estimados. Mañana es Navidad y esta noche celebraremos el nacimiento del Hijo de Dios, en aquella santa y plácida noche que cantan las letras de los tradicionales villancicos. Quizás haría falta, una vez dicho esto, que mis palabras vistieran una carta que manifestara la grandeza de la fiesta cristiana del nacimiento de Jesús. Desde nuestra fe, este es el punto sublime del Amor infinito de Dios que se encarna, que se hace ser humano y, es desde la humanidad, desde donde nos ofrece la salvación eterna intermediando Jesús. Pero no sé si sería fiel al mismo designio divino, que quiere que todos los hombres se salven (Tm 2,4), dirigiros una carta «azucarada» en un mundo que se aleja de Dios llenándolo de dolor. Hoy endurecemos el corazón y nos tragamos las guerras, el dolor, las muertes y los conflictos mientras cantamos unos cuántos villancicos haciendo ver que no ha pasado nada.

La Iglesia, desgraciadamente, también hemos hecho ver demasiadas veces que no ha pasado nada en el execrable tema de los abusos. Y, hermanas y hermanos, este día de Navidad es apropiado, pienso, para reiterar el dolor de la Iglesia por los pecados de sus miembros, manifestar el arrepentimiento y la plegaria que tiene que salir de nuestros labios, en primer lugar, por las víctimas, que han de ser objeto de nuestra atención, cuidado y acogida. Muchas de estas víctimas siguen creyendo en el Dios y Padre de Jesús y siguen celebrando la fiesta de Navidad. No podemos ignorarlas, ni dejar a ninguna de ellas sin pedirle perdón. Lo padecemos y lo sufrimos. Y nos avergüenza.

Y precisamente porque la vida se llena de situaciones que nos alejan del espíritu navideño, nosotros, gente cristiana, debemos esforzarnos para revertir estas situaciones malévolas y ofrecer, desde nuestra casa, una Navidad que llene el mundo de esperanza. Porque, y lo he dicho muchas veces, cuando el ser humano pierde la esperanza de vivir en paz y libertad, aparece la inseguridad. Aquella primera Navidad nos trajo la esperanza definitiva y es lo que os deseo hoy en palabras de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma: «Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración» (12,12) y «que el Dios de la esperanza os colme de alegría y de paz viviendo vuestra fe, para que desbordéis de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (15,13). Deseo esta avalancha de Esperanza a todas las comunidades diocesanas, parroquias, religiosos y religiosas, asociaciones y entidades, a los presbíteros y diáconos, a todos los que ejercéis ministerios, a las familias, a todo el amplísimo voluntariado que mantiene viva esta esperanza. Roguemos los unos por los otros. En el día de Navidad deseémonos, llevemos y roguemos por la paz y para que haya más esperanza.

 

¡Os deseo una Feliz Navidad!