Fecha: 31 de marzo de 2024

¡Hoy es Pascua de Resurrección! A pesar de tantos acontecimientos que nos llevarían a la tristeza y al pesimismo, Cristo Resucitado es la fuente de nuestra alegría. “¡Alegraos siempre en el Señor!” (Fl 4,4) recomienda S. Pablo. Y así lo proclaman la liturgia pascual, las “caramelles” y los huevos de pascua, las monas que los padrinos de bautismo regalan por todo nuestro nuestro país. “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”, dice el Papa Francisco (Ev.Gaudium, 1).

Nuestra sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero le resulta muy difícil engendrar la alegría. Vivimos en una dinámica del tener y no del ser. Y en tiempos de grandes crisis, como los actuales, siempre encontramos motivos para la incertidumbre, la tristeza o el miedo. La armonía plena nunca llega a este mundo. Sin embargo, los creyentes siempre tenemos muchas más razones para vivir en la confianza y en la alegría profundas, ya que sabemos por experiencia que Dios conduce nuestras vidas y la historia humana, que la salva por la cruz y la resurrección de Cristo y la dirige pacientemente hacia su cumplimiento feliz.

El papa S. Pablo VI habló bellamente de la alegría: “El hombre la experimenta cuando se encuentra en armonía con la naturaleza y sobre todo la experimenta en el encuentro, la participación y la comunión con los demás. Y aún con mayor razón conoce la alegría y la felicidad espirituales cuando su espíritu entra en posesión de Dios, conocido y amado como bien supremo e inmutable” (Gaudete in Domino 1975, nº 6). La alegría viene de arriba, de Dios, porque Cristo es la alegría del Padre celestial, puesto que es uno fuera del Padre, que lo ama perfectamente. Y es la alegría del Padre porque hay Alguien fuera de Él, que puede amar de forma perfecta y digna de Él. Éste es Jesucristo y todos nosotros, hechos hijos de Dios por el bautismo.

La fuente de la alegría cristiana será siempre la Palabra de Dios. Debemos hacerla muy nuestra ya que la Palabra nos hace comprender los acontecimientos en profundidad, bajo la luz de la Revelación divina. Es por la Palabra que nos damos cuenta de que Dios actúa en la historia de los hombres: «el Poderoso ha hecho obras grandes por mí«, canta en el Magnificat la Virgen María (Lc 1,49). ¿Cómo nos vendrá la alegría? Mantendremos la alegría si «recordamos las obras del Señor» (cf. Sl 78) y todo el bien que se realiza dentro y fuera de la Iglesia. Recordar cuánta bondad y santidad existe, cuántas personas e instituciones eclesiales viven para amar tanto si saben que aman al Señor como si no. Nos conviene captar la “presencia” de Dios en medio de nosotros, por más olvido que muchos quisieran imponer a esta presencia silenciosa, humilde, pero estallante y poderosa. Seamos testigos de la alegría. S. Pablo lo dice: “contribuimos a vuestra alegría” (2Co 1,24). Hay nostalgia de la alegría. Y la querríamos poder encontrar en Cristo y en la Iglesia. Continuar atrayendo hacia el misterio del Dios Amor, anunciando el Evangelio empapados de alegría. Un anuncio apagado, sin vida ni entusiasmo, desvirtúa la esencia del mensaje cristiano. Es necesario que brote del gozo que experimenta un corazón convertido y entregado al servicio del Señor y de los hermanos. “Nadie os quitará vuestra alegría” afirmaba Jesús (Jn 16,22). ¡Gozosos días de la Pascua cristiana!