Fecha: 11 de diciembre de 2022

Llega la Navidad y debe notarse en nuestra forma de vivir como cristianos. Con el pesebre, el árbol, los relatos evangélicos de la Infancia de Jesús, las misas del tiempo de Navidad… ciertamente podemos aprender a vivir con más fidelidad el amor al Señor, que «se hizo carne (=debilidad) y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Pero igualmente, no podríamos celebrar que llega el autor de la vida sin alegría ni conversión, sin compromiso solidario con las necesidades del prójimo. La fiesta del Nacimiento de Cristo debe significar abrir nuestra vida al Señor que llega, para que renazca en nosotros su salvación; abrir el corazón y el hogar a todos, sin exclusiones, con una reconciliación que debe ser un volver a empezar en las relaciones de familia, amigos, trabajo y pueblo; abrir nuestra economía a los vulnerables y a quienes menos tienen, a los golpeados por la crisis económica y la guerra, con compartir solidario y con austeridad. Es necesario dar de lo que somos y tenemos, para que se realice de nuevo el milagro de la multiplicación del amor, que todo lo rehace y todo lo renueva; es necesario abrir nuestros criterios y juicios cerrados y autorreferenciales al criterio del amor misericordioso de Dios y al servicio preferencial de los pobres, y seguramente que muchas cosas cambiarán. Cuando llega quien es la Luz del mundo, todo se ilumina y se renueva. Dejemos que resuenen las palabras de Isaías, “el pueblo que avanzaba a oscuras ha visto una gran luz...” (Is 9,1).

¿Podemos programar una Navidad más solidaria, que signifique tomar compromisos de servicio y de amor? El Papa Francisco en su Carta a Cáritas Española con motivo de sus 75 años (15.6.2022) nos decía que lo importante no son los grandes resultados sino que nos pongamos ante las personas que están rotas, acogiéndolas y abriéndoles los caminos de restauración, para que puedan encontrarse a sí mismas, siendo capaces, a pesar de sus limitaciones y de las nuestras, de buscar su sitio y de abrirse a los demás y a Dios. Se trata de «entregar la propia vida», sin resignarse a salir del paso. El Señor nos propone de nuevo estas Navidades ser fermento de un Reino de justicia, de amor y de paz. Así de exigente es el seguimiento del Señor, nacido humilde y pobre en Belén.

Estas semanas realizaremos la colecta para Cáritas parroquial y diocesana, dando a conocer su misión caritativa y social. Caritas está celebrando sus 75 años de existencia, durante los cuales se ha ido reinventando para seguir cumpliendo su misión de acompañar a las personas que más sufren desigualdad, pobreza o marginación. Lo hace gracias a muchas personas buenas que siguen colaborando con la institución y entregando lo mejor de sí mismas a los demás. Ayudemos a Cáritas en lo que podamos, porque las nuevas realidades de pobreza requieren que cuidemos a las personas y a nuestra casa común, y que estemos dispuestos a recorrer los senderos de la cultura del encuentro y de la caridad, articulando lo local con lo global, trabajando desde los más cercanos, pero con un horizonte universal (cf. Fratelli tutti, 142).

Tras la pandemia, vivimos ahora una dura crisis con nubes de violencia y penuria en el horizonte. Una realidad triste y oscura, que los amigos de Jesús, que queremos preparar su venida, no podemos olvidar en modo alguno. Ya sé que lo hacéis, pero debemos intensificar nuestra oración y nuestra solidaridad, compartiendo aún más en estos días, lo que tenemos. Preparemos la Navidad sin olvidar la ayuda a los pobres, a quienes viven atrapados por la crisis o sin esperanza.