Fecha: 7 de junio de 2020

Durante el mes de junio, la piedad cristiana ha querido celebrar que Jesús, tiene un Corazón Sagrado, lleno de Amor y que ha sufrido por nosotros. Un Corazón obediente, misericordioso, que ha aguantado nuestras infidelidades y que ha aceptado la Cruz, para morir por todos. El profeta Isaías en el 4º Cántico del Siervo del Señor que proclamamos el Viernes Santo, revela que «Él soportó nuestros sufrimientos, y aguantó nuestros dolores… El Justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (53,4.11). Releerlo en tiempos de pandemia nos llena de consuelo y esperanza.

El pasado 8 de mayo celebrábamos los 75 años del fin de la IIª Guerra Mundial, tras la derrota de la Alemania Nazi. Fue el final de aquella guerra tan terrible, uno de los capítulos más sangrientos de la historia humana, con al menos 40 millones de muertos. El Papa Francisco ha dicho: «Ante esta enorme tragedia, esta atrocidad, la indiferencia no es admisible y la memoria es un deber». Por ello invitó a «hacer un momento de oración y de recogimiento, diciendo cada uno en su propio corazón: ¡nunca más!, ¡nunca más!». Con motivo de este 75º. aniversario he recordado la historia heroica del «ángel del Ghetto de Varsovia», Irena Sendler, traspasada hace pocos años, una joven católica que salvó a 2.500 niños judíos durante el Holocausto nazi. Ella era una enfermera y asistente social polaca que organizó clandestinamente un grupo de personas que sacaba niños del ghetto, todos destinados a morir, y les buscaba acogida entre religiosas y familias católicas y, tras enterrar sus señas en botes de confitura bajo unos árboles, pudo devolverles la identidad al terminar la IIª Guerra Mundial. Lo más maravilloso es que el calabozo donde los nazis la encerraron, donde fue torturada y condenada a muerte, ella encontró una estampa de Jesús misericordioso, donde estaba la gran oración: «Jesús, en Vos confío», que conservó siempre. Esta oración la sostuvo en los momentos de las torturas, y la acompañó durante toda su larga vida, ya que murió a los 98 años. La confianza en Jesús la hizo fuerte, valiente y decidida, con un amor activo, capaz de encontrar salida en aquella situación tan desesperada, ante el terror y el nihilismo nazis. Será la confianza en Dios la que siempre nos sostendrá en medio de las pruebas.

En tiempos de crisis sanitaria intensifiquemos nuestra oración de confianza a Jesús Misericordioso: «¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!». En Él encontraremos ayuda para tener coraje y paz, para sufrir con constancia y mantener la entereza, para hacer las obras buenas que Dios realizará a través de cada uno de nosotros. Expresemos a menudo nuestra confianza en Dios, y consagrémosle toda la vida. Tengámoslo presente a lo largo de este mes y siempre: repitámoslo en los diversos momentos del día, al levantarse e iniciar la actividad de la mañana, al ir a descansar, en todo momento, especialmente cuando nos cueste encontrar razones para vivir y amar… Siempre, y en todo lugar, ¡vivamos la confianza y el abandono en el Señor Jesús! La devoción al Sagrado Corazón de Jesús nos ayudará a recentrarlo todo en Él, desde el amor solidario, la humildad y la confianza. Han de ser valores muy fundamentales en la vida, como estamos experimentando en estos largos meses de confinamiento.