La Catedral de Barcelona acogió este lunes 28 de abril la misa funeral por el eterno descanso del alma del papa Francisco. En ausencia del arzobispo, Cardenal Juan José Omella, que se encuentra en el Vaticano, presidió la celebración el obispo auxiliar de Barcelona, Mons. Javier Vilanova i Pellisa, acompañado también por el obispo auxiliar Mons. David Abadías, quien pronunció la homilía.
En el presbiterio destacaban concelebrando el Cabildo de la Catedral, los vicarios episcopales, delegados diocesanos, presbíteros y diáconos, así como veinticinco seminaristas que siguieron la misa desde el coro.
Centenars personas llenaron la nave central para orar y dar gracias por su pontificado. Entre ellas se encontraban diversas autoridades civiles, como el presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa; el presidente del Parlamento, Josep Rull; y el delegado del Gobierno español, Carlos Prieto, entre otros.
Un Papa alegre, sencillo y misericordioso
«El papa Francisco eligió el nombre del santo de Asís, Francesco, un santo conocido por su alegría, sencillez, autenticidad y abandono en la providencia amorosa de Dios». Así lo expresó Mons. Abadías al comenzar la homilía, en la que destacó las tres grandes virtudes del pontificado de Francisco: la alegría, la sencillez y la misericordia.
Sobre la alegría, Mons. Abadías citó la primera exhortación apostólica del Papa, Evangelii gaudium, recordando sus palabras iniciales: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». «Esa alegría —decía el obispo— no se compra en el mercado, sino que es un don del Espíritu, y por eso el papa insistía: “Un cristiano que no está alegre en su corazón, no es un buen cristiano”».
Respecto a su cercanía y sencillez, evocó la conocida expresión del Papa sobre “oler a oveja”, una llamada a los sacerdotes a estar cerca de su pueblo. «El papa Francisco nos ha mostrado la grandeza de un sacerdocio que adora el Misterio de lo Sagrado y que, al mismo tiempo, descubre lo sagrado que hay en el misterio de cada persona», afirmó.
Como tercer punto, el obispo David puso el acento en la misericordia del Papa, expresada en su atención constante a los más vulnerables, ya desde un inicio con su lema episcopal Miserando atque eligendo —“y mirándolo con misericordia lo eligió”—, así como con la proclamación, en 2015, del Año Jubilar de la Misericordia.
Como signos concretos de esta misericordia, el obispo recordó los viajes del Papa a lugares de frontera y conflicto, como Lampedusa, Irak o la República Centroafricana, y remarcó cómo «no le tembló el pulso ni la voz ante nadie, y menos aún cuando se trataba de denunciar las injusticias y violencias que sufren los más débiles».
«La voz profética de la Iglesia»
Ya hacia el final de la homilía, Mons. Abadías expresó que «el papa Francisco ha sido la voz profética de una Iglesia que vive las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo». Una Iglesia que el Papa quería que fuese para «todos, todos, todos», recordó el obispo David, evocando aquella insistente llamada durante la JMJ en Lisboa.
Mons. Abadías concluyó poniendo en el centro la sinodalidad, a la que nos convocó el papa Francisco, y destacó que «él ha acompañado a la Iglesia en el camino de la sinodalidad, mostrándonos horizontes antiguos y a la vez nuevos, para poder responder a los desafíos y esperanzas de nuestro tiempo».
Al final de la celebración, el obispo Mons. Javier Vilanova hizo un llamamiento a todos los asistentes a seguir el legado del Papa, siendo «peregrinos de esperanza», tal como él mismo nos pidió con la proclamación de este Año Jubilar dedicado a la Esperanza.