Fecha: 25 de abril de 2021

Queridos hermanos y hermanas,

Me dirijo a todos vosotros para comunicaros que el Santo Padre Francisco me ha nombrado arzobispo de Sevilla. Al mismo tiempo, y hasta la toma de posesión de la sede hispalense, continuaré entre vosotros como Administrador diocesano.

Recuerdo las palabras que os dirigí cuando fui nombrado primer obispo de la nueva diócesis de Terrassa. Al día siguiente del inicio de ministerio, el 26 de julio de aquel año 2004, os decía que «cuento con todos y cada uno de vosotros en la tarea de iniciar y consolidar la vida de nuestra Iglesia diocesana; y os ofrezco mi estimación y mi servicio pastoral como obispo vuestro».

Hoy, con una mirada retrospectiva doy gracias a Dios por esta peregrinación compartida. Iniciábamos entonces una nueva singladura con retos importantes a los que teníamos que dar respuesta con la ayuda generosa y la colaboración inestimable de todos los diocesanos. Recuerdo que en la homilía de la toma de posesión os anunciaba algunos de los retos principales que deberíamos afrontar, ya los que he dedicado varias cartas pastorales a lo largo de estos años: la evangelización de nuestra sociedad, la atención a los sacerdotes, la pastoral juvenil, y la atención a los más necesitados y desfavorecidos. Otra carta pastoral fue dedicada a la Virgen con motivo de su proclamación como patrona de la diócesis bajo la advocación de la Salud, tan querida en la ciudad de Sabadell.

Quiero también dar gracias porque a través de vosotros y con vuestra dedicación hemos sido instrumentos del Señor para hacer su obra en esta porción del pueblo de Dios que peregrina en el territorio de las comarcas del Vallès Oriental y el Vallès Occidental a través de las parroquias, los arciprestazgos y las zonas pastorales; las comunidades de vida consagrada y tantas instituciones, movimientos y grupos apostólicos. De hecho no empezamos de cero porque teníamos una historia previa que hunde sus raíces en la diócesis de Egara, pero es verdad que hemos sido los iniciadores de una nueva realidad eclesial. El Papa emérito Benedicto XVI, la primera vez que lo saludé como obispo de Terrassa, me recordaba el camino de la santidad que deben seguir los primeros obispos, un camino que hemos procurado compartir todos juntos.

He tenido ocasión de conocer de muy cerca, especialmente a través de las visitas pastorales, toda la riqueza del pueblo de Dios por medio de rostros concretos, de proyectos atractivos, de sufrimientos compartidos, de ilusiones y esperanzas. A través de los diversos planes pastorales hemos coordinado todo este trabajo diocesano para ser una Iglesia que sale al encuentro de cada persona, conscientes de que somos enviados por el Padre para anunciar la Buena Nueva, y hacerlo con actitud de servicio.

Entre todos lo que hemos conseguido, con la ayuda de todos, permitidme destacar la creación de nuestro Seminario y la potenciación de la pastoral vocacional. A lo largo de estos años he ordenado un buen número de sacerdotes jóvenes que son un verdadero signo de esperanza en medio de nuestro mundo. Junto a ello, la pastoral juvenil con las peregrinaciones diocesanas y la pastoral familiar con sus diversas actividades. Así mismo el desarrollo de la actividad diocesana a través de la Curia y de todas las delegaciones episcopales. Y sin olvidar la potenciación de la formación y educación cristianas a través de la catequesis, las escuelas diocesanas, parroquiales y religiosas, y especialmente todo el trabajo de Cáritas, actualmente más necesario aún debido a las crisis sobrevenidas con la Covid 19. Doy gracias a Dios porque he tenido buenos colaboradores, a los que agradezco su dedicación y su trabajo con sentido eclesial y de responsabilidad. A todos vosotros, laicos y laicas, miembros de la vida consagrada, diáconos y sacerdotes. Y especialmente a quien ha sido hasta ahora mi obispo auxiliar, Mons. Salvador Cristau.

A estas alturas sois plenamente conocedores de cuál es mi lema episcopal: «Mar adentro». De alguna manera estas palabras y el texto evangélico que las contiene, representa la actitud con la que todos nosotros nos hemos adentrado en la tarea apasionante de abrir nuevos caminos al Señor a través de la diócesis que erigió San Juan Pablo II el 15 de junio de 2004. Es esta misma actitud la que tengo en estos momentos ante la nueva misión que me ha sido confiada. Y pido a Dios que sea también esta actitud la que os anime a continuar esta tarea que comenzamos y que estoy seguro continuará con un nuevo pastor diocesano, cuando el Papa lo disponga. En mi corazón de pastor siempre tenéis y tendréis un lugar. Os encomiendo especialmente a la Virgen, bajo la advocación de la Salud.

Con mi bendición