Fecha: 16 de octubre de 2022

Me alegra informar de las múltiples iniciativas y actividades que las distintas comunidades y asociaciones católicas realizan a lo largo del año. Todas ellas pensadas para favorecer a los demás, especialmente a los más necesitados, promover unas mejores condiciones en la dignidad de la vida humana y potenciar los aspectos solidarios para que la sociedad sea más habitable. Vosotros mismos lo podéis comprobar en el ámbito de las Cáritas, en la coordinación que desde hace años funciona en la Xarxa de Entidades Cristianas socio-caritativas, en las distintas actuaciones de las muchas Delegaciones y Secretariados diocesanos, Jóvenes, Enseñanza, Salud, Catequesis…sin especificar el nombre oficial de cada uno de ellos.

Es muy alto el porcentaje de dedicaciones al servicio a los demás de forma individual y directa. Es cierto que nuestra reflexión se centra sólo en el ámbito diocesano aunque somos conscientes de que hay una gran sensibilidad hacia los enormes problemas que afectan a toda la humanidad y que, desde estas páginas damos continuamente razón: el maltrato a mujeres y niños, los abusos de todo tipo, las guerras, las dificultades económicas de las familias, la fuerte desigualdad, la soledad de los ancianos, la atención a los enfermos y a los que los cuidan. En nuestra realidad social no hay ningún reproche ante esta avalancha de actuaciones. Al contrario abundan los elogios y los agradecimientos y es motivo de satisfacción para nosotros porque responde a la coherencia y exigencia de las palabras de Jesucristo.

Que nadie se moleste o se extrañe cuando los responsables y colaboradores de dichas actividades explican que se sienten motivados para ejercer el ministerio de la caridad por su intensa adhesión a la fe que profesan. De hecho actúan siempre para hacer el bien al prójimo pero, desde su más profundo ser, anclados a la voluntad de Dios, Padre de la misericordia y del consuelo al que se dirigen en sus oraciones y participan de sus sacramentos. De ningún modo está la mirada a nuestro entorno, de tejas abajo, desvinculada del fundamento divino, realidad trascendente.

Os animo a todos a participar en una Jornada de Pastoral de la Salud, cuya actividad central se desarrollará durante la mañana del próximo sábado, 22, en un salón de la Casa de la Iglesia. Nos hablarán Mons. José Luis Redrado, Mariluz López Mañero y el sacerdote Rudesindo Delgado, grandes expertos de la atención a los enfermos y pertenecientes al “mundo” de San Juan de Dios, que tantas resonancias positivas tiene para toda nuestra diócesis. Han puesto su empeño en la realización de esta Jornada los doctores Viñas y Cabau con los colaboradores de la Delegación de la Pastoral de la Salud. Estoy convencido que será de gran provecho para todos los asistentes y contribuirá a elevar la actitud compasiva ante nuestros semejantes.

Se ha dado a esta Jornada un título muy expresivo, “Enfermedad, sufrimiento y cruz”, con la intención de prestar un servicio auténtico y cercano además de ampliar la implicación de todos en humanizar nuestro propio mundo. Todos necesitamos una mirada especial ante las calamidades que nos envuelven, pandemia de la COVID, guerras, sequía, flujos migratorios, desigualdades y exclusiones de grupos y personas. Necesitamos sin falta seguir una línea de actuación que afronte los grandes problemas con una sensibilidad solidaria y de ningún modo egoísta.

Hay mucha gente que cuida a los demás con paciencia y dedicación intensa. El profesor Domingo Moratalla en su último libro agradecía el coraje y la fortaleza mental de todos los cuidadores. Que esta Jornada ayude un poco más y mejor a esta formación urgente y necesaria.