Fecha: 14 de marzo de 2021

El objetivo del Plan Pastoral Diocesano para este año litúrgico es la opción por los pobres. Estamos viviendo un tiempo de prueba que nos invita a reflexionar sobre lo que es realmente importante en nuestra vida cristiana. En estos tiempos difíciles, Dios nos pide que sirvamos con valentía y generosidad a todos nuestros hermanos y, especialmente, a los más vulnerables.

En el retiro para preparar el tiempo de Adviento del pasado mes de noviembre, pedimos a Dios que pasara por nuestra vida y renovara nuestro corazón para que fuéramos capaces de encontrar a Cristo en la Palabra, en la Eucaristía y en los pobres. La meditación de Mn. Josep Matias, delegado de Cáritas Diocesana de Barcelona, los testimonios que escuchamos, y los momentos de silencio y adoración, nos ayudaron a reflexionar sobre cómo podemos llegar a ser una Iglesia que, con la ayuda de Dios, se ponga al servicio de los que más nos necesitan.

Los pobres son los destinatarios privilegiados del mensaje de la Sagrada Escritura. El libro del Génesis explica que tenemos un origen común. Somos miembros de la misma familia. En una familia, los que son más débiles reciben más atención. Dios quiere que todos los seres humanos nos amemos como hermanos. Él se preocupa por la vida de cada persona. Es por ello que, ante el sufrimiento de los pobres, Dios nos sigue preguntando: «¿Dónde está tu hermano?» (Gen 4,9). No hace falta ir muy lejos para encontrar a este hermano. Según datos de Oxfam Intermón, desde el inicio de la pandemia, la pobreza severa en España ha aumentado en casi 800.000 personas por la Covid-19 y ya ha alcanzado un total de 5,1 millones.

El apóstol Pablo entendió la humanidad como un todo y la comparó con un cuerpo humano del cual todos formamos parte. Así nos dice: «Los miembros que parecen más débiles son necesarios. […] Si un miembro sufre, todos los demás sufren con él» (1Co 12,22.26).

Igualmente, si leemos el Evangelio atentamente, descubriremos que Jesús se desvivía por los marginados. Se conmovía profundamente cuando alguien sufría. Por ello, somos fieles a Cristo cuando le servimos a través de los más necesitados (cf. Mt 25,31-46).

En este retiro de Adviento pudimos descubrir cuál es el sueño de Dios. Dios sueña que algún día todos lucharemos unidos por un mundo más justo y más fraterno. Dios sueña en que el Reino de Dios se abrirá paso en un mundo herido.

Pidamos al Señor que sus palabras vayan de la mente al corazón y del corazón a nuestras manos. Que la persona más frágil y desorientada sepa, a través nuestro, que hay Alguien que le busca y que le ama.

Queridos hermanos y hermanas, hay muchas personas que están sufriendo las graves consecuencias de la crisis. Sepamos ayudar a los pobres con la oración, con la compasión y con nuestros recursos. Ellos nos necesitan más que nunca. Y no olvidemos que los sacramentos, especialmente la Eucaristía, son «fármacos de eternidad», como dicen los santos padres de la Iglesia.

María nos ayudará en esta misión. Ella es la madre de los pobres. Ella es, como dice bellamente san Juan de Ávila, la enfermera del hospital de la misericordia de Dios donde los llagados se curan.