Fecha: 11 de octubre de 2020

Es una mala noticia que el Congreso de los Diputados siga adelante con la tramitación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia, pues la vida humana no es un bien a disposición de nadie. Ese es el sentido del inicio de la reflexión publicada el pasado día 14 de septiembre por la Comisión Ejecutiva del Episcopado español.

Dicho escrito contiene ocho párrafos que, con brevedad y concisión, vuelve a dejar clara la postura de la Iglesia católica respecto al final de la vida humana y a la pretensión de que alguien acabe con la misma a petición de parte. A algunos molesta mucho que se diga que este acto es sencillamente un asesinato porque rompe de forma abrupta con la vida de un ser humano. Otros prefieren que la Iglesia guarde silencio y acate toda norma aunque la considere totalmente injusta porque atenta contra las verdades básicas de la fe y de la moral. Otros se sienten satisfechos aplicando a su conveniencia la libertad de expresión; en la práctica diaria suelen regalar carnets sentenciando que lo bueno para unos es nocivo para otros.

Dejemos a un lado los prolegómenos y vayamos a lo esencial de la ley y de la reflexión episcopal. En cuanto se refiere a mi persona y a mi ministerio quiero dejar nítida la postura y la invitación en el mismo sentido a todos los católicos: la vida está en manos de Dios, desde la procreación hasta la muerte natural. La defensa de la vida humana está por encima de todo y nadie puede disponer a su antojo la propia o la ajena. Por tanto no acepto el suicidio, el homicidio o el asesinato de nadie. Tampoco, por supuesto, la eutanasia. Los cristianos procuramos acompañar y compartir que la vida esté plena de sentido y en busca de felicidad para todos.

Podéis encontrar con facilidad la breve reflexión de los obispos que ahora comento. La deberíais leer todos. Es un buen resumen para información y para la formación de la conciencia de todos los católicos. Es otra repetición de lo que siempre ha afirmado la Iglesia. La última vez fue el pasado mes de noviembre con la publicación de Sembradores de esperanza.Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de la vida. Ya me hice eco en un comentario dominical a las pocas semanas. También en los años anteriores y desde distintos organismos se ha dicho lo mismo. La pretensión es que todos conozcan la posición de la Iglesia en este sentido. No se trata de un ataque contra nadie sino de una defensa de la vida para todos.

En el texto que comentamos hay una frase que ha tenido mucha resonancia en nuestra sociedad: «No hay enfermos “incuidables”, aunque sean “incurables”» en la que se aboga por una adecuada legislación y aplicación de los cuidados paliativos que responda a las necesidades actuales que no están plenamente atendidas. Insiste, además, en que el llamado «derecho de eutanasia» es propio de una visión individualista y reduccionista del ser humano y de una libertad desvinculada de la responsabilidad.

Por otra parte, la pandemia que seguimos padeciendo nos ha hecho caer en la cuenta de que somos responsables unos de otros, que el elogio a los médicos y demás sanitarios ha sido por su interés en cuidar y salvar vidas y que la fragilidad humana que hemos experimentado todos en este tiempo constituye una oportunidad para reflexionar sobre el significado de la vida, el cuidado fraterno y el sentido del sufrimiento y de la muerte.