Fecha: 22 de marzo de 2020

Un año más celebramos el Día del Seminario. El lema elegido para la campaña de este año es: «Pastores misioneros». Los sacerdotes son llamados en verdad pastores de la Iglesia en cuanto que participan del único sacerdocio de Cristo  Buen Pastor, y en cuanto enviados por él, son misioneros dentro de una Iglesia toda ella esencialmente misionera. La nota fundamental de la vida del sacerdote es poner en el centro de su existencia a Jesucristo. Ha sido llamado por él, es consciente de que es el Señor quien tiene la iniciativa, que es Dios quien le constituye pastor y misionero. La misión pastoral  no es una tarea meramente humana, sino que brota de la voluntad de Dios y requiere la colaboración de la persona llamada.

Por eso la vida del sacerdote está constantemente referida al Señor, en quien encuentra su sentido, su fortaleza y la gracia para llevar a cabo la tarea encomendada.

Ha recibido una misión que ha de cumplir en su nombre, poniendo absolutamente en segundo plano cualquier interés personal. Su fuerza radica en la plena conciencia de estar siendo impulsado por Cristo mismo, y de que por mayores que sean las dificultades, la fuerza de Cristo se hace presente en su debilidad.

Para poder cumplir la misión encomendada es imprescindible la vivencia de una unión profunda con Cristo. Una unión que es de tal intensidad, que le lleva a decir con las palabras de san Pablo: «para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21) y «ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi» (Gál 2,20). Desde esa unión con Cristo podrá mantener una entrega total a Dios y a los hermanos. Hará del servicio a Dios y a los demás el eje central de su existencia, aceptando la voluntad de Dios, ofreciendo su vida en totalidad, gastándose y desgastándose por los hermanos. Cumplirá la tarea encomendada con fidelidad, haciéndose todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos (cf. 1 Cor 9,22).

El sacerdote, pues, no actúa por elección propia, ni en virtud de unos poderes propios, sino como mensajero de Cristo. En tanto que enviado, no se anuncia a sí mismo, sino a quien le envía. Tiene profunda conciencia de ser un administrador de los misterios de Dios, un colaborador de la obra de Dios; por eso anuncia el mensaje de su Señor con fidelidad y coherencia, independientemente de si se le quiere escuchar o no. Para cumplir su misión ha de proponer,  exhortar,  motivar, y en otras ocasiones  corregir,  implicándose siempre con intensidad en el combate de la fe, combinando la mansedumbre y la humildad con la firmeza en las convicciones, sin caer jamás en el desaliento, y llenando de caridad su vida y su trabajo.

En los tiempos que corren, también es muy importante que predique con valentía y sin ambigüedades. Esta es una característica esencial en la misión evangelizadora: hablar con coraje, con libertad y sin temor. Y a la vez tener una confianza absoluta en la providencia, llevando a cabo la misión con sencillez, poniendo de manifiesto su seguridad firme en el amor de Dios, ya que por más difíciles que sean las circunstancias, nada nos puede separar del amor de Cristo.

Necesitamos sacerdotes que sean pastores y misioneros. Doy gracias a Dios por nuestro presbiterio y por nuestro seminario, por todas las personas que a lo largo de la historia de nuestra joven diócesis han realizado y realizan la acción pastoral y misionera; sigamos caminando como familia diocesana trabajando para ser sal, luz, fermento en medio de nuestra sociedad.; y animo a todos los diocesanos a seguir colaborando generosamente  con nuestro Seminario y los seminaristas que en él se forman.