Fecha: 19 de marzo de 2023

Todos habéis oído hablar del Seminario. Es el lugar donde se forman aquellos jóvenes que quieren ser sacerdotes. Generalmente viven en un internado con una preparación que atiende todas las dimensiones de la personalidad: la física, la afectiva, la intelectual, la espiritual y la pastoral. Unos sacerdotes tienen el encargo de acompañar a los seminaristas en esta etapa de formación. Se apoyan en otros expertos que completan la integralidad de su crecimiento personal con vistas a prepararse para acompañar en el futuro a sus hermanos: profesores del centro de estudios donde acuden varias horas al día, técnicos en espiritualidad, en psicología y en otras ramas de la cultura. El bagaje que deben recopilar y llevar sobre los hombros es universal y han de saber ofrecerlo a la comunidad; un bagaje con la impronta del servicio que ofrece y enseña Jesús de Nazaret.

En nuestra diócesis un gran número de católicos recuerda cómo hace unos años estaba lleno de residentes internos el edificio del Seminario que ahora ocupa el Rectorado y aulario de la Universidad de Lleida. Hace ya algunos años que la institución se trasladó a unos pisos de la calle Canónigo Brugulat debido a la disminución de seminaristas y posteriormente siete diócesis de Cataluña crearon lo que llamamos Seminario Interdiocesano para vivir y la Facultad de Teología para estudiar. Todo ello en Barcelona. Allí acude el seminarista de nuestra diócesis que está a punto de terminar su etapa formativa. Comparte su vida con otros compañeros de las diócesis vecinas, de lunes a viernes, y los fines de semana ayuda en las actividades pastorales de alguna parroquia de nuestra diócesis. Así lo hacen todos los seminaristas en las distintas diócesis del mundo. Algunas de ellas, por el elevado número de residentes, tienen Seminario propio y otras muchas se agrupan en una institución para buscar una mejor cualidad en la formación. Ese es nuestro caso actual.

Uno de los problemas que nos urge en nuestra actividad pastoral es la falta de vocaciones. Muy pocos aspirantes hay en estos momentos, sólo uno que proviene de Burkina Fasso. Lo que quiere decir que en un próximo futuro nos será más complicado atender con un sacerdote las parroquias, las delegaciones pastorales y las restantes instituciones eclesiales. Y esta es una preocupación que nos atañe a todos los católicos porque todos sufriremos las carencias de la falta de sacerdotes. Seguramente es mayor la responsabilidad del obispo y de los sacerdotes pero es un asunto que a todos nos compromete. Deseo proponer a toda la comunidad cristiana dos acciones: orar por las vocaciones al ministerio tanto personal como comunitariamente; que no os olvidéis nunca de pedir a Dios por esta intención para que tengamos numerosas vocaciones y que los miembros del Seminario sean auténticos, fieles, alegres y rebosantes de santidad para el servicio a la Iglesia. Durante este curso un grupo de creyentes de distintas parroquias nos reunimos en la catedral en las tardes del domingo para rezar por esta importante institución.

La segunda acción se centra en las familias: que vivan de tal manera su fe que favorezcan entre sus miembros la vocación al ministerio sacerdotal. A veces los padres temen que sus hijos no disfruten de un bienestar material adecuado y se resisten a poner en manos de Dios la vida futura de alguien que les plantee el servicio permanente a la Iglesia. En demasiadas ocasiones tratan de disuadirlos o a posponer su decisión. Creo que a todos nos corresponde ayudar a cambiar este ambiente de desconfianza en los planes de cada uno a la llamada del Señor.

Una palabra sobre el lema de este año: “Levántate, ponte en camino”una frase dirigida de forma especial a cada uno de los seminaristas o a quienes piensan en su vocación. La palabra camino que tanto repetimos en estos momentos y que define un modo de afrontar la evangelización.