Fecha: 17 de mayo de 2020

El mes de mayo es un mes popularmente conocido como el mes de María. Seguro que muchos tenemos agradables recuerdos de infancia en familia o en la escuela, cuando llevábamos flores a la Virgen María. Es un mes en el que la veneramos y la cuidamos de manera especial y en el que rezar el Santo Rosario adquiere un valor profundo.

Este año, el papa Francisco ha escrito una carta en la que nos emplaza a «Redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa». Nos envía esta misiva en unos momentos difíciles, en que nuestras vidas se han visto totalmente alteradas por una insólita pandemia. Nos hemos confinado días enteros para frenar la propagación de un virus muy contagioso, que sigue activo. Ha sido un inmenso gesto de solidaridad, una reclusión forzosa que, sin embargo, nos ha permitido y estimulado a encontrar alicientes como, por ejemplo, vivir intensos momentos de oración en nuestros hogares. Muchas familias me comentan que estos días rezan unidas y que incluso han convertido algún rincón de la casa en un espacio reservado a la oración.

La Iglesia doméstica, de la que nos hablaba el Concilio Vaticano II, solo crecerá en sus diversas dimensiones si en ella se aprende a orar, a conocer, a amar a Jesús y a experimentar la alegría de ser su amigo y su discípulo. Precisamente, el papa Francisco, en su carta, nos dice que «Contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá aún más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba».

Rezar el Rosario es revivir con María los mayores acontecimientos de la vida de Jesús. Cuando lo rezamos, nos dirigimos a Dios Padre, que nos ha dado a su hijo Jesucristo, pero lo hacemos poniendo de intermediaria a la Virgen. La devoción a la Madre de Dios nos hace merecer el cielo. En el siglo XVIII, san Luis María Grignion de Montfort, que promovió la práctica del Rosario y el culto a María, decía así: «Debemos amar a María porque es digna de ser amada y para servir en ella a Jesús». Y añadía: «En medio de la desgana, de la sequedad y de las pruebas, debemos seguir amándola».

No tengamos pereza ni vergüenza de rezar el Rosario. No es cosa de unos pocos, es cosa de todos. Desde la Archidiócesis de Barcelona, queremos contribuir a la difusión de esta bonita oración para practicarla juntos. Por ello, a modo de guía, facilitamos unos materiales que se pueden encontrar fácilmente en la web diocesana*.

Queridos hermanos y hermanas, sigamos acogiendo a María, la Madre, la Virgen, como lo ha hecho siempre la comunidad cristiana desde sus inicios. Ella es la Madre de la Iglesia. Ella nos ayuda a conocer y amar más a Jesús, su hijo, nuestro Salvador, que es el Camino, la Verdad y la Vida de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Recemos el Rosario para contemplar la belleza que esconde y para vivir estos días con mucha esperanza. Que, gracias a la oración, la pandemia no nos quite ni la confianza, ni la paz, ni la esperanza.